sábado, 15 de agosto de 2009

Saurio Tirano Rey

La cosa está fea. Todo se está torciendo como nunca antes he visto torcerse algo en tan poco tiempo. Yo sólo estaba viendo Casablanca, ¿en qué punto he llegado a la situación de lidiar contra polis falsos por una mujer con ayuda de un desconocido? Me estoy haciendo viejo...
Y el desconocido, el poli negro... Sé que es un poli, lo huelo. Soy un perro viejo y tengo olfato para éstas cosas. Otro asunto es que sea un poli corrupto, esos son más difíciles de detectar.
Necesito su ayuda, dos cabezas piensan mejor que una.
Joe: ¿Puedes hacer algo?
Poli negro: Claro.
Con un rápido movimiento me apunta y dispara. ¡Jesús! ¡Por Cristo bendito! No iba a por mí, iba a por el cabrón que tengo encañonado, aunque le ha dado a la pared. Sí, en un informe podría decirse que era un disparo de alerta, pero eso no es lo que he visto en sus ojos. Iba a por él. No quería avisarlo, quería atravesarlo como a un cerdo...
El bastardo que ha salvado la vida por poco se está poniendo nervioso. Lo mejor será quitármelo de encima. Puede que sea demasiado mayor para estos trotes, pero que el Diablo me lleve si no sé dar una buena hostia en la cara. Alzo el puño, cargo un poco y... ¡Se me escapa!
¡Maldición! ¡Mierda, mierda, mierda y mil veces mierda! ¡Se va a escapar! Por puro instinto empuño de nuevo el arma "confiscada" y abro fuego.
¡BLAM!
El pobre desgraciado se desploma en el suelo, entre espamos y borbotones de sangre.
Joe: De ese ya no sacamos información...
Pobre diablo, era un desgraciado, lo sé, pero no merecía acabar así. Acribillado por un viejo en un vestíbulo, ¿qué pondrá en su epitafio? ¿"No supo protegerse el culo"?
El otro poli falso está hecho un mar de nervios, como un poli novato el primer día de ronda en la calle. Le tiembla el cuerpo entero, casi tanto como a la chica. Pega su espalda a la pared, parece que ha aprendido de la experiencia de su compañero muerto. Sigue sujetando a la mujer, aunque el cañón de su pistola ya no está tan clavado en su bonita cabeza.
Como manda el protocolo, me uno al poli desconocido encañonándolo también. Que se sienta intimidado, joder. Mientras me acerco al negro, intento sacarle algo de información, saber si por lo menos es poli.
Joe: Eres poli de verdad, ¿no?
Poli negro: Si, y éstos dos son asesinos de policías, sino no llevarían uniformes reglamentarios, no creo que los vendan en Mango. ¿Y tú, qué eres? Tu cara me suena.
Joe: También soy poli, aunque no estoy de servicio, ¿piensas denunciarme?
Poli negro: Solo si firmas en el informe que le hemos matado en defensa propia.
Los sollozos de la mujer, brevemente parados durante el momento del disparo, se reanudan más violentamente si cabe, como si acabse de darse cuenta de que la muerte está ahí, tumbada en el vestíbulo, y que yo, uno de los buenos, la he invitado a comer.
Mientras nos vamos acercando, cada uno por un lado, al asesino de polis, sigo con lo mío.
Joe: Agente Joe Rockatansky, de la comisaría de Madison.
Kenneth: Agente Kenneth, comisaría de Manhattan.
Aquí deberíamos estrecharnos las manos, pero no está el horno para bollos.
Joe: Aunque podamos alegar defensa propia, no me hace mucha gracia.
Kenneth: Creo que podré vivir con ello.
Joe: Vale, pero que conste que ha sido idea tuya.
Tengo que hacer algo. Joder, tengo que hacer algo. Algo desesperado. Tengo que salvar a esa mujer sea como sea, como si tengo que atravesarla de un balazo para darle al hijo de puta. Ésto ya roza lo personal.
El corazón me va a mil por hora, estoy empapado en sudor y noto cómo una gota traicionera me recorre la espalda de arriba a abajo con un escalofrío.
A situaciones desesperadas, soluciones desesperadas.
No tengo otro remedio. Vamos, viejo chocho, tómatelo con calma. Piénsatelo tres veces si hace falta. Llevas años haciendo éstas cosas. Nadie ha batido tus récords en la galería de tiro. Puedes hacerlo, puedes hacerlo, sólo tienes una oportunidad, pero puedes hacerlo. Venga. ¡Venga, joder! ¿¡A qué coño esperas!?
¡BLAM!
El asesino bastardo cae al suelo con un grito, agarrándose el hombro, por el que no para de brotar sangre.
¡Lo conseguí!
Sin dejar de apuntarle, cojo a la chica y la empujo hacia mí, poniéndola detrás mío. Joder, no puedo creerme que lo haya conseguido. Es impresionante. El Tiranosaurio aún sabe cómo morder.
Mientras Kenneth sigue apuntando a ese cabrón, que se retuerce, gime, y grita en el suelo, cojo rápidamente a Joyce y la devuelvo a su pistolera. La chica me abraza y sigue llorando, pobre degraciada.
Entre los gemidos lastimeros del asesino se escucha la melodía de un móvil, el de Kenneth. Éste responde, mateniendo una conversación corta con frases austeras y duras. La cara que me pone no es excesivamente alentadora.
Y, desde luego, cuando me dice lo que pasa, tampoco es que me apetezca dar saltos de alegría.
Viene una comisaría entera a por la chica. Resulta que se llama Lillith McClaud y es periodista. Joder, y yo que pensaba que era estudiante. Hay que ver cómo se conservan las mujeres en estos días...
Me estoy desviando del tema, joder. Vienen un montón de polis a por Lillith porque la persiguen desde ayer por presuntas alianzas con terroristas.
Pero... Si la chica estaba tan cerca de mí... ¿Por qué no oí nada en mi comisaría? Y aunque no estuviese cerca de mí, los presuntos terroristas siempre aparecen anunciados en todas las comisarías del puto país.
No, definitivamente aquí pasa algo raro. Hay gato encerrado y es posible que esté muerto. Algo apesta.
Podemos quedarnos aquí y esperar a la pasma o subir corriendo al coche patrulla que tiene Kenneth abajo y ver qué nos depara el destino...
Parece una decisión fácil, pero no lo es...

1 comentario:

  1. Esta guay, pero la narración de las acciones tiene algo que no me acaba de convencer.

    ResponderEliminar