Todo sucede tan jodidamente rápido que apenas me doy cuenta de lo ocurrido, funciono por puro instinto.
Con el maldito empujón Joyce se me ha caído de las manos, y el malnacido que se me ha encarado no me va a dejar recuperarla por las buenas. Sería gracioso decirle "Eh, chaval, mira, que se me ha caído la pistola y tú llevas una, esto no es igualdad de condiciones", desgraciadamente, la vida nunca es justa.
Es en ese mismo instante en el que el frío cañón de una pistola me mira a los ojos cuando aparece un tercer individuo. Un hombre fornido de etnia negra, también vestido de poli.
Y sé que es un poli. No sé cómo, pero hay algo en él que transpira autoridad, ley, joder, es la puta caballería de la que hablaba antes. Es un ángel venido del cielo. Es Jesucristo pero en negro.
El tío es jodidamente rápido, y distrae a mi atacante lo suficiente para endiñarle un buen golpe en su fea cara y arrebatarle la puta pistola. Ahora soy yo el que te encañona a tí, ¿eh, mamón? ¿Te gusta? ¿Te gusta que te den de tu propia medicina?
El poli negro apunta hacia el bastardo que va a por la pobre chica.
Poli Negro: Ni se te ocurra, hijo de puta, suelta a la chica y a la pistola.
Con un movimiento rápido de cojones, ese desgraciado aprieta el cañón de su pistola contra la cabeza de la chica. Está tan asustada, tan presa del pánico, que es incapaz de hacer nada más aparte de sollozar. Quien le hace eso a una mujer no merece vivir.
Falso Policía 1: No, suelta tú la pistola.
Directa o indirectamente, el negro me ha ayudado, y es hora de que éste viejo poli a punto de retirarse haga cumplir su parte. Cojo por la pechera al falso poli que se ensañaba conmigo y salgo al pasillo apuntándole a la cara.
Joe: Me parece que no, rata con uniforme. Suelta tú esa maldita pistola si no quieres que le haga a tu colega una mirilla en la cara con la que ver tu asqueroso culo lleno de plomo.
Las cartas están echadas. Y ni siquiera estoy de servicio...
viernes, 14 de agosto de 2009
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