martes, 25 de agosto de 2009

Medicina de alto riesgo

Theo está bien, he gastado prácticamente todo lo que había en el irrisorio botiquín, pero Theo está bien, y eso es lo que cuenta. Un rápido vistazo a mi alrededor, usando mi "olfato de cirujana", me confirma lo que ya me temía: hay más heridos.
Uno de ellos, el gigantón asesino.
Tomo aire lenta y profundamente, noto el bombeo del corazón en mi pecho, una suave brisa me acaricia el rostro. Parece una brisa irreal, tan fresca y agradable, justo en medio de una masacre. Tanta gente muerta. Tanta gente inocente muerta. Y no puedo hacer nada por ellos. Sólo puedo hacer algo por su asesino.
Hinco una rodilla en el suelo y me impulsa con una mano, notando la hierba sucia entre mis dedos. A mi alrededor todo es caos, gente que no conozco de nada, preguntas a las que no encuentro respuesta, y respuestas que sólo generan más preguntas. Nos hemos juntado un grupo pintoresco, me muero de curiosidad por saber de dónde han salido, o qué les motiva, pero ahora no es el momento de hacerpreguntas. Ahora no.
Una gota de sudor se me cuela bajo un ojo, irritándolo, mientras ando hacie mi siguiente paciente. Hace mucho calor, ya no hay brisa fresca, alzo la mirada y veo el Sol, amarillo, potente, a lo alto, en el cielo. Y justo a su lado, un segundo sol, rojo, más pequeño, casi la mitad. ¿De dónde ha salido? ¿Qué demonios es? No es el momento de hacer preguntas...
Vuelvo a hincar una rodilla en el suelo, estoy frente al herido. Es mucho más grande de lo que imaginaba, bajo la armadura se ve su piel oscura, casi azabache, empapada en sudor, sangre y tierra. Su respiración es larga y costosa, con un quejido ronco al final.
La yugular está intacta, la carne destrozada y quemada, lo cual es bueno y malo. Bueno porque hay partes casi cauterizadas, malo porque es un foco realmente precioso de infecciones.
A mi disposición tengo tanta tela como dé de sí mi blusa, que se me pega al cuerpo sudoroso de forma bastante molesta. Y punto. Mis lindas manos, como mucho.
Me arranco una manga y seco un poco el sudor frotándola contra mis vaqueros, no es lo más higiénico que hay, pero, a no ser que quiera ponerle hierba en la herida, es lo mejor que puedo hacer.
Joder, unos milímetros más centrada y esa bala habría matado en segundos a este tipo. Tengo que aislar mi mente, concentrarme en mi trabajo. Hice un juramento, el juramento hipocrático, según el cual no puedo hacer daño ni dejar que hagan daño a los demás, debo atender las heridas de todo el mundo sin importarme su condición. El juramento hipocrático es lo único que me queda, si fallo al juramento, me fallo a mí misma.
Lágrimas grandes como puños resbalan por mis mejillas sucias, tengo que templarme, ha sido un día espeluznante, ya te derrumbarás a la noche, con Theo y con Joe, protegida. Ahora tengo trabajo que hacer. Tengo que salvar al gigantón.
Dios, me encantaría verlo desangrarse como un cerdo, casi mata a Theo y ha asesinado a sangre fría a decenas de personas. No merece vivir. Pero debo curarlo. Y pienso hacerlo. Voy a curar a este hijo de puta para que Joe pueda llevarlo ante la justicia y lo encarcelen. Dios, ojalá lo condenen a la silla eléctrica. Reservaré asiento en la primera fila.
¡No! ¡Yo no soy así! ¡Soy cirujana, por el amor del cielo! ¡Curo a la gente, salvo vidas! Debo despejar mi mente, rápido, concentrarme sólo en el herido, como si fuese un coche que necesita ser reparado.
Aplicando unos trozos de manga como gasas y compresas, y el resto como vendaje improvisado, la hemorragia queda más o menos contenida. Sin embargo, la tela quedará embotada de sangre en menos de dos horas, y eso, sumado a la sangre ya perdida, hará que no dure mucho. Pero no puedo hacer nada mejor por este pobre desgraciado...
Suceden varias cosas a mi alrededor, pero sólo me fijo en las que pueden afectarme, como el maldito cigarro de mi novio.
Es un capullo, pero le quiero con locura. Es mi capullo. Y de nadie más.
Con una mirada de reproche consigo que apague el cigarrillo, que tira desdeñosamente sobre el herido. Capullo, como ya decía, pero loable. Es un hombre valiente, con ese tipo de bravura que sólo tienen los locos y los acorralados. Prefiero pensar que es un loco.
Que se haya desplazado hasta aquí quiere decir que le he tratado las heridas mejor de lo que me esperaba, a veces me sorprendo a mí misma. Joe no corre la misma suerte. Está mayor, es un perro viejo y apaleado, pero, sobre todo, es un perro viejo apaleado y fiel. Apenas he pasado unas horas con él y ya sé cómo habría querido ser de mayor. Ese poli a punto de retirarse, como Danny Glover en Arma Letal, me ha marcado más de lo que pensaba. Diablos, a veces hasta hablo como él.
Parece que Theo tiene algo que decir.

1 comentario:

  1. En el párrafo final parece que la relación de los dos personajes ya esta muy avanzada y la verdad queda algo precipitado.

    ResponderEliminar