El coche da bandazos a uno y otro lado, las lágrimas corren por mis mejillas y mi cuerpo se estremece, estoy histérica. Todo se está llendo a la mierda. ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué Lillith? ¿Qué coño está pasando en el mundo? Dios, casi ni me aguanto en el asiento, todo me da vueltas, ojalá pudiese despertarme ahora mismo. Daría un brazo, arruinando mi carrera de cirujana, por despertarme de ésta pesadilla, por poder ver a Lillith desayunando en la cocina una taza de café muy caliente y una tostada con mermelada, de naranja amarga, como a ella le gustaba. Y Theo... Oh, Theo... Te ha atravesado una bala, no puedo evitar pensar que fue culpa mía... Sé como estabas antes, y sé cómo puedes llegar a estar si no te cuido lo suficiente... Y... Y... Me quedaré sola...
En uno de los giros y bandazos, el gigantón gruñe molesto. Se le ha abierto una de las heridas de bala del costado.
¡Eso es! ¡Justo lo que necesito! Necesito una meta, un objetivo próximo, en el que centrarme, algo en lo que realmente pueda tener algo que ver, y olvidarme de todo lo demás.
Me inclino sobre el hombretón y empiezo a retirar las gasas improvisadas, a presionar la herida, me arranco la otra manga de la blusa para hacer un nuevo vendaje. Tengo que concentrarme, me tiembla el pulso, poco a poco me voy tranquilizando, he nacido para hacer ésto, hice un juramento, ahora tengo un propósito inmediato, una función que desempeñar...
Ya está, remediado. Lo he conseguido. No puedo volver a perder los nervios. Más de una vez he visto como un pariente desquiciado a llegado a joder la operación de un paciente, agravándolo, una vez hasta matándolo.
Me llevo las manos a la cara y trato de despejarme, me froto la nuca, y consigo tranquilizarme un poco.
Si al grandullón le ha pasado lo que le ha pasado por un bandazo, ¿cómo estará Theo? Hice lo mejor que pude con su herida, pero tuve muy poco tiempo. Quizá esté peor. No lo sé. Solo sé que si lo pierdo ahora me volveré loca. Necesito ser fuerte. También necesito saber cómo está...
lunes, 31 de agosto de 2009
domingo, 30 de agosto de 2009
Ya no se hacen melodías
Cuando dejo de mirar el estropicio del coche patrulla encuentro los ojos curiosos de Dana, alternando la mirada entre el coche y yo mismo.
Dana: ¿Has sido tú, Joe? Porque si mi disparo ha dado a algo era porque iba volando.
Joe: Sinceramente, no tengo ni idea... - reviso la pistola, que no sea Joyce no quiere decir que no cumpla con su objetivo - De todos modos, eran un polis infiltrados, o corruptos, o asesinos de polis, no merecen vivir. - cerca de su cabeza hay un trozo chamuscado de tapicería, donde ha dado la bala - Esa bala te ha pasado cerca, ¿estás bien?
Dana: Sí, las he pasado peores, al menos no hay metralla... Oye, ¿cómo te has metido en este embrollo?
Joe: Tampoco tengo eso muy claro. - ha llegado el momento de aclararme un poco la cabeza - Lillith, la compañera de piso de Micaela, empezó a dar gritos por el rellano mientras dos matones la perseguían. Disparos, llegó Kenneth, más disparos, murió Lillith, casi me da otro infarto, me encontré a Micaela, que me llevó a donde Theo, disparos, disparos, disparos, otro infarto y, ahora, más disparos. Un contínuo dejá vù... - ...creo que debo coger aire... - Bueno, y he perdido mi grupo, casi como tú.
Dana: En realidad mi "grupo" se formó al entrar al parque, estaba llamando por la radio de un coche patrulla abandonado en la calle cuando apareció Kitano.
Eso es viejo, ya lo haces por instinto: acaparar información. Supongo que la tal Kitano debe de ser la china de la espada...
Joe: Entonces tú debes ser a quien oí por la radio en casa de Theo, quien hizo que fuésemos a Central Park. Vaya... - esto cada vez se pone más interesante - Aunque usar la frecuencia de la policía sea un delito, lo pasaré por alto debido a las circunstancias.
Joder, es que me cae bien. Así como Theo me pareció un capullo (pero ahora ya lo trago), o la china, Kimono, Kitano, como sea, Dana me cae bien desde el primer momento. Está curtida, lo noto en mis huesos, mi viejo instinto de poli me indica que sabe cómo desenvolverse en toda esta mierda.
Dana: Para tomarte la ley tan al pie de la letra hoy estás haciendo muchas excepciones ¿no? - lo dice con ese tono jovial propio de los jóvenes, válgame la redundancia, aunque con conocimiento de causa.
Joe: Suelo hacer excepciones cuando me salvan el culo... - la patrulla D17 se acerca, y no hace falta que Kenneth diga nada, durante unos segundos, pierdo la mirada siguiendo el coche, hasta llegar a una extraña resolución - Podrían poner música.
Dana: ¿Podrían poner música? - a ella le extraña más que a mí, es un claro indicativo de que estoy perdiendo la cabeza, cosas de la edad...
Joe: ¿No estás harta de tanto ruido de disparos? Podría sonar algo de Sinatra, para variar. - el viejo canalla cantor, ya no hacen melodías como las suyas... - Estaba viendo Casablanca - tampoco se hacen muchas películas tan buenas como ésta - antes de que todo esto estallara en mis narices...
Dana: Bueno, quizá no podamos poner música. - me guiña un ojo con picardía, con su jovialidad innata - pero sí que podemos hacer que dejen de dispararnos, ¿a la de tres?
Joe: ¿A la de "tres" o a la de "ya"?
Parecerá una pregunta estúpida, pero hay diferencia bastante sustancial entre "un, dos, tres" y "un, dos, tres, ya". Ese par de segundos de diferencia entre una opción y otra puede significar que sigas de una pieza o que revientes en pedacitos. Si levantas el pie de una mina a la de "tres" y el artificiero espera que lo hagas a la de "ya" lo más seguro es que te tengan que separar con espátula de un puto avión. Es algo a tener en cu...
Dana: ¡Tres!
¡Joder! ¡No me ha dejado ni terminar la pregunta, y ya está disparando!
Joe: ¡Siempre me pasa lo mismo!
Una lluvia de balas bastante significativa hace saltar chapa y pintura de la patrulla D17. No puedo decir qué cojones pasa dentro del coche, más que nada porque los critales se han tintado por dentro de sangre, hueso y sesos. Quizá nos hemos cargado a uno, quizá a todos; sea como sea, la patrulla D17 es historia.
Siento una punzada detrás de mi nuca: es mi conciencia. Por una parte creo a Kenneth a pies juntillas, por otra, lo conozco de hace unas horas, ¿y si estoy matando polis honestos?
No, no puedo distraerme ahora con esas cosas. Son polis disparando contra otros polis (nosotros), algo raro pasa, y esa clase de dudas pueden costar mi vida, la de Dana, la de Kenneth, la de la chica que acompaña a Kenneth o la de todos juntos...
Dana: ¿Has sido tú, Joe? Porque si mi disparo ha dado a algo era porque iba volando.
Joe: Sinceramente, no tengo ni idea... - reviso la pistola, que no sea Joyce no quiere decir que no cumpla con su objetivo - De todos modos, eran un polis infiltrados, o corruptos, o asesinos de polis, no merecen vivir. - cerca de su cabeza hay un trozo chamuscado de tapicería, donde ha dado la bala - Esa bala te ha pasado cerca, ¿estás bien?
Dana: Sí, las he pasado peores, al menos no hay metralla... Oye, ¿cómo te has metido en este embrollo?
Joe: Tampoco tengo eso muy claro. - ha llegado el momento de aclararme un poco la cabeza - Lillith, la compañera de piso de Micaela, empezó a dar gritos por el rellano mientras dos matones la perseguían. Disparos, llegó Kenneth, más disparos, murió Lillith, casi me da otro infarto, me encontré a Micaela, que me llevó a donde Theo, disparos, disparos, disparos, otro infarto y, ahora, más disparos. Un contínuo dejá vù... - ...creo que debo coger aire... - Bueno, y he perdido mi grupo, casi como tú.
Dana: En realidad mi "grupo" se formó al entrar al parque, estaba llamando por la radio de un coche patrulla abandonado en la calle cuando apareció Kitano.
Eso es viejo, ya lo haces por instinto: acaparar información. Supongo que la tal Kitano debe de ser la china de la espada...
Joe: Entonces tú debes ser a quien oí por la radio en casa de Theo, quien hizo que fuésemos a Central Park. Vaya... - esto cada vez se pone más interesante - Aunque usar la frecuencia de la policía sea un delito, lo pasaré por alto debido a las circunstancias.
Joder, es que me cae bien. Así como Theo me pareció un capullo (pero ahora ya lo trago), o la china, Kimono, Kitano, como sea, Dana me cae bien desde el primer momento. Está curtida, lo noto en mis huesos, mi viejo instinto de poli me indica que sabe cómo desenvolverse en toda esta mierda.
Dana: Para tomarte la ley tan al pie de la letra hoy estás haciendo muchas excepciones ¿no? - lo dice con ese tono jovial propio de los jóvenes, válgame la redundancia, aunque con conocimiento de causa.
Joe: Suelo hacer excepciones cuando me salvan el culo... - la patrulla D17 se acerca, y no hace falta que Kenneth diga nada, durante unos segundos, pierdo la mirada siguiendo el coche, hasta llegar a una extraña resolución - Podrían poner música.
Dana: ¿Podrían poner música? - a ella le extraña más que a mí, es un claro indicativo de que estoy perdiendo la cabeza, cosas de la edad...
Joe: ¿No estás harta de tanto ruido de disparos? Podría sonar algo de Sinatra, para variar. - el viejo canalla cantor, ya no hacen melodías como las suyas... - Estaba viendo Casablanca - tampoco se hacen muchas películas tan buenas como ésta - antes de que todo esto estallara en mis narices...
Dana: Bueno, quizá no podamos poner música. - me guiña un ojo con picardía, con su jovialidad innata - pero sí que podemos hacer que dejen de dispararnos, ¿a la de tres?
Joe: ¿A la de "tres" o a la de "ya"?
Parecerá una pregunta estúpida, pero hay diferencia bastante sustancial entre "un, dos, tres" y "un, dos, tres, ya". Ese par de segundos de diferencia entre una opción y otra puede significar que sigas de una pieza o que revientes en pedacitos. Si levantas el pie de una mina a la de "tres" y el artificiero espera que lo hagas a la de "ya" lo más seguro es que te tengan que separar con espátula de un puto avión. Es algo a tener en cu...
Dana: ¡Tres!
¡Joder! ¡No me ha dejado ni terminar la pregunta, y ya está disparando!
Joe: ¡Siempre me pasa lo mismo!
Una lluvia de balas bastante significativa hace saltar chapa y pintura de la patrulla D17. No puedo decir qué cojones pasa dentro del coche, más que nada porque los critales se han tintado por dentro de sangre, hueso y sesos. Quizá nos hemos cargado a uno, quizá a todos; sea como sea, la patrulla D17 es historia.
Siento una punzada detrás de mi nuca: es mi conciencia. Por una parte creo a Kenneth a pies juntillas, por otra, lo conozco de hace unas horas, ¿y si estoy matando polis honestos?
No, no puedo distraerme ahora con esas cosas. Son polis disparando contra otros polis (nosotros), algo raro pasa, y esa clase de dudas pueden costar mi vida, la de Dana, la de Kenneth, la de la chica que acompaña a Kenneth o la de todos juntos...
sábado, 29 de agosto de 2009
Intimidad entre el ajetreo
Kenneth se gira hacia mí, algo socarrón, y me dice, entre fuego enemigo:
Kenneth: Las placas de esos tíos no son tan reales como las balas que disparan. Creo que los dos únicos polis de verdad que quedan en esta maldita ciudad van en este coche.
Tranquilizante es, desde luego, incluso hasta halagador. No me gusta disparar a polis, no quiero hacerlo, sería fallar, no solo a mí mismo, sino a todo el puñetero cuerpo de policía entero. Un poli tiene familia, un asesino de polis, sencillamente, no merece tener una. Y, desde luego, la familia de un asesino de polis, en caso de existir, está mucho mejor sin él.
Para tener una bala en el cuerpo (¿o le atravesó limpiamente? Debería preguntarle cuando vuelva a verle...) Theo conduce de miedo, esquivando cadáveres. No se si lo hace por consideración a los difuntos o porque conoce los riesgos de pasar sobre un cuerpo humano. Contrariamente a lo que sale en las película, el impacto de un hombre contra un coche puede ser suficiente para descalabrar un jodido coche entero...
A mi lado, Dana se acomoda en el asiento. Todavía no sé absolutamente nada sobre el nuevo grupo, y mira que ya sabía poco respecto al anterior.
Joe: No es que me importe viendo las circunstancias, pero ¿tienes licencia para eso?
Es un vieja manía de los viejos tiempos. Los malos tiempos. Los tiempos del todo o nada. Que parecen volver por segundos.
Dana: Si te refieres a si tengo licencia de armas, sí, la tengo. - entonces, simplemente, espero que seas endiabladamente buena usándola, porque no podemos perder ni una puta bala... - Y tú, ¿estás en condiciones para otro tiroteo?
Touché. No soy el más indicado para hablar de destreza con las armas, visto mi condición.
Joe: Creo que podré vaciar un cargador antes de estirar la pata... - malos pensamientos, viejo, suspiro para aliviar tensión. Lucy siempre me dijo que el humor era bueno para hacer amigos, vamos a ver qué tal se me da - Es broma, si el corazón no me falla, intentaré subir mis récords personales. ¿Preocupada?
Dana: En realidad no. - me sonríe guiñándome un ojo, algo me dice que es mejor persona de lo que aparenta, tengo una buena corazonada - Es por saber dónde hay otra arma disponible, si palmas no creo que te importe que la coja ¿no? - una nueva ráfaga de disparos impacta contra el coche, me cago en la puta... - Sólo espero que aguantes hasta que lleguemos al metro, allí no tendremos que preocuparnos de disparar a nadie.
¿Al metro? ¿Quién ha decidido ir al metro? Dana ve mi cara de "no sé qué puñetas está pasando aquí" y me dedica una sonrisa a medias que vendría a significar "te has perdido muchas cosas". En fin, ya llegará el momento de las respuestas, sé que llegará...
No puedo evitar sonreír. Me cae bien. Conocí a una chica en comisaría, una novata que estaba de prácticas, que tenía la misma jovialidad e ímpetu que Dana. Opositó a sargenta y no volví a saber de ella. Espero que esté bien...
Joe: Bueno, pues entonces cuida de ésta. - le muestro la pistola de mi sobaquera, una fea palabra para lo que significa - Se llama Joyce, y lleva conmigo demasiados años como para que se quede tirada por ahí.
Dana: Yo me encargo. - es bueno saber que mi pequeña no caerá en el olvido demasiado pronto - Pero no sé qué manía tenéis los hombres de ponerle nombre de chicas a las armas. Espero que Holly no tenga celos.
Tocado y hundido. El dedo entero en la llaga. Me hundo en mi asiento. Como cada vez que la recuerdo, pierdo la fuerza en todo mi cuerpo. No es culpa suya, desde luego sería un cabrón y un cretino si me enfadase con ella. A fin de cuentas, no llevo mi biografía en la frente.
Joe: Holly... No estará celosa. Ella... Ella... Un borracho hijo de puta se la llevó por delante, se la llevó de mi lado... Hace unos años... Cuando todavía me funcionaba bien el corazón. Creo que fue por ella por lo que se me rompió...
No sé por qué me sincero tanto, si no pude hacerlo con Riggs, mi mejor amigo. Supongo que veo cerca mi fin y necesito ponerme en paz con el mundo. Mejor soltar toda la mierda aquí que llevársela al otro mundo, el Señor me tenga en su Gloria...
Dana: ...Joe... lo siento, no lo sabía, perdona por habértela recordado, es que - ¡BLAM! ¡Joder, casi le revientan la puta cabeza! - ¡Joder! ¡Es que no puede una ni tener un momento de tranquilidad!
Dispara con furia contra el coche M16, de la comisaría de SuPutaMadre, que intenta embestirnos. A causa de un maldito bache, yerra el tiro. Aún así, no se ha alejado mucho del blanco.
Dana: ¡Mierda de día!
Sin pensarlo dos veces, quizá ni una, abro fuego contra el puto coche. Jodidos cabrones. Que se jodan, que os jodan a todos. ¡Iros al Infierno!
Y segundos más tarde contemplo atónito cómo, ya sea por haber liquidado al conductor, o porque éste se ha puesto nervioso con los disparos (no he alcanzado a ver una mierda), el coche M16 da un bandazo y se estampa contra un árbol. Dios santo, el copiloto ha atravesado el parabrisas y tiene la cabeza abierta como un melón maduro...
Kenneth: Las placas de esos tíos no son tan reales como las balas que disparan. Creo que los dos únicos polis de verdad que quedan en esta maldita ciudad van en este coche.
Tranquilizante es, desde luego, incluso hasta halagador. No me gusta disparar a polis, no quiero hacerlo, sería fallar, no solo a mí mismo, sino a todo el puñetero cuerpo de policía entero. Un poli tiene familia, un asesino de polis, sencillamente, no merece tener una. Y, desde luego, la familia de un asesino de polis, en caso de existir, está mucho mejor sin él.
Para tener una bala en el cuerpo (¿o le atravesó limpiamente? Debería preguntarle cuando vuelva a verle...) Theo conduce de miedo, esquivando cadáveres. No se si lo hace por consideración a los difuntos o porque conoce los riesgos de pasar sobre un cuerpo humano. Contrariamente a lo que sale en las película, el impacto de un hombre contra un coche puede ser suficiente para descalabrar un jodido coche entero...
A mi lado, Dana se acomoda en el asiento. Todavía no sé absolutamente nada sobre el nuevo grupo, y mira que ya sabía poco respecto al anterior.
Joe: No es que me importe viendo las circunstancias, pero ¿tienes licencia para eso?
Es un vieja manía de los viejos tiempos. Los malos tiempos. Los tiempos del todo o nada. Que parecen volver por segundos.
Dana: Si te refieres a si tengo licencia de armas, sí, la tengo. - entonces, simplemente, espero que seas endiabladamente buena usándola, porque no podemos perder ni una puta bala... - Y tú, ¿estás en condiciones para otro tiroteo?
Touché. No soy el más indicado para hablar de destreza con las armas, visto mi condición.
Joe: Creo que podré vaciar un cargador antes de estirar la pata... - malos pensamientos, viejo, suspiro para aliviar tensión. Lucy siempre me dijo que el humor era bueno para hacer amigos, vamos a ver qué tal se me da - Es broma, si el corazón no me falla, intentaré subir mis récords personales. ¿Preocupada?
Dana: En realidad no. - me sonríe guiñándome un ojo, algo me dice que es mejor persona de lo que aparenta, tengo una buena corazonada - Es por saber dónde hay otra arma disponible, si palmas no creo que te importe que la coja ¿no? - una nueva ráfaga de disparos impacta contra el coche, me cago en la puta... - Sólo espero que aguantes hasta que lleguemos al metro, allí no tendremos que preocuparnos de disparar a nadie.
¿Al metro? ¿Quién ha decidido ir al metro? Dana ve mi cara de "no sé qué puñetas está pasando aquí" y me dedica una sonrisa a medias que vendría a significar "te has perdido muchas cosas". En fin, ya llegará el momento de las respuestas, sé que llegará...
No puedo evitar sonreír. Me cae bien. Conocí a una chica en comisaría, una novata que estaba de prácticas, que tenía la misma jovialidad e ímpetu que Dana. Opositó a sargenta y no volví a saber de ella. Espero que esté bien...
Joe: Bueno, pues entonces cuida de ésta. - le muestro la pistola de mi sobaquera, una fea palabra para lo que significa - Se llama Joyce, y lleva conmigo demasiados años como para que se quede tirada por ahí.
Dana: Yo me encargo. - es bueno saber que mi pequeña no caerá en el olvido demasiado pronto - Pero no sé qué manía tenéis los hombres de ponerle nombre de chicas a las armas. Espero que Holly no tenga celos.
Tocado y hundido. El dedo entero en la llaga. Me hundo en mi asiento. Como cada vez que la recuerdo, pierdo la fuerza en todo mi cuerpo. No es culpa suya, desde luego sería un cabrón y un cretino si me enfadase con ella. A fin de cuentas, no llevo mi biografía en la frente.
Joe: Holly... No estará celosa. Ella... Ella... Un borracho hijo de puta se la llevó por delante, se la llevó de mi lado... Hace unos años... Cuando todavía me funcionaba bien el corazón. Creo que fue por ella por lo que se me rompió...
No sé por qué me sincero tanto, si no pude hacerlo con Riggs, mi mejor amigo. Supongo que veo cerca mi fin y necesito ponerme en paz con el mundo. Mejor soltar toda la mierda aquí que llevársela al otro mundo, el Señor me tenga en su Gloria...
Dana: ...Joe... lo siento, no lo sabía, perdona por habértela recordado, es que - ¡BLAM! ¡Joder, casi le revientan la puta cabeza! - ¡Joder! ¡Es que no puede una ni tener un momento de tranquilidad!
Dispara con furia contra el coche M16, de la comisaría de SuPutaMadre, que intenta embestirnos. A causa de un maldito bache, yerra el tiro. Aún así, no se ha alejado mucho del blanco.
Dana: ¡Mierda de día!
Sin pensarlo dos veces, quizá ni una, abro fuego contra el puto coche. Jodidos cabrones. Que se jodan, que os jodan a todos. ¡Iros al Infierno!
Y segundos más tarde contemplo atónito cómo, ya sea por haber liquidado al conductor, o porque éste se ha puesto nervioso con los disparos (no he alcanzado a ver una mierda), el coche M16 da un bandazo y se estampa contra un árbol. Dios santo, el copiloto ha atravesado el parabrisas y tiene la cabeza abierta como un melón maduro...
viernes, 28 de agosto de 2009
Alienación
Y, de repente, todo se jode hasta niveles que nunca habría podido imaginar.
Recuerdo una semana, hace un par de años, en las que estuve casi 72 horas sin dormir a causa de la cantidad de heridos de bala que llegaron al hospital. Un ajuste de cuentas entre bandas, por temas de drogas y, seguramente, prostitución.
Pues no es ni la mitad de lo que está pasando ahora mismo. Sólo sé que, en mitad de un torbellino de gritos, disparos, sudor y sangre, Theo me mete en el coche junto a la china, afianzo al gigantón y me dice que me quiere. Tenemos que llegar a Rock-TV o el mundo se irá a tomar por el culo.
Ya no puedo más. Con el rugido del motor mis lágrimas empiezan a brotar de forma desmesurada. Todo se está llendo a la mierda. Lillith a muerto. Joe está de camino hacia el mismo destino. Y theo se está forzando tanto a sí mismo que puede llegar a sufrir una recaida si todo se sale de madre más de lo que ya se ha salido ahora. Es demasiado. Simplemente es demasiado para mí. Me derrumbo. Me rindo.
No aguanto más...
Recuerdo una semana, hace un par de años, en las que estuve casi 72 horas sin dormir a causa de la cantidad de heridos de bala que llegaron al hospital. Un ajuste de cuentas entre bandas, por temas de drogas y, seguramente, prostitución.
Pues no es ni la mitad de lo que está pasando ahora mismo. Sólo sé que, en mitad de un torbellino de gritos, disparos, sudor y sangre, Theo me mete en el coche junto a la china, afianzo al gigantón y me dice que me quiere. Tenemos que llegar a Rock-TV o el mundo se irá a tomar por el culo.
Ya no puedo más. Con el rugido del motor mis lágrimas empiezan a brotar de forma desmesurada. Todo se está llendo a la mierda. Lillith a muerto. Joe está de camino hacia el mismo destino. Y theo se está forzando tanto a sí mismo que puede llegar a sufrir una recaida si todo se sale de madre más de lo que ya se ha salido ahora. Es demasiado. Simplemente es demasiado para mí. Me derrumbo. Me rindo.
No aguanto más...
jueves, 27 de agosto de 2009
Ángeles del Infierno
Odio estas medicinas. Me dejan embotado, entumecido, dolorido, en resumen, hecho una puta mierda. Con la mirada turbia consigo discernir un coche patrulla viniendo hacia nosotros. ¡Aleluya! No entiendo qué cojones están diciendo, pero en cuanto vean mi placa me llevarán a casa y me darán un buen filete para cenar, a la mierda el colesterol...
Espera, espera, quieto un momento... Conozco todos los procedimientos de acción, y éstos no vienen para explorar el terreno. La forma en la que maniobran es más propia de... Oh, joder... ¡Es propia de putas redadas anti-droga!
Sin previo aviso, un nuevo coche patrulla golpea al anterior y después un fogonazo, seguido de un estruendo. Acaban de reventarlos con una escopeta... Y el que lleva la escopeta, joder, no puede ser. Éstas pastillas me hacen alucinar más de la cuenta. No puede ser Kenneth.
Oh, Dios bendito, sí, es él. Me hace señas para ir junto a él. Entre todo el bullicio, Dana, la desconocida que me ha salvado, me ayuda a acercarme a ellos.
Dana: Joe, parece que han venido a buscarte ¿son amigos tuyos?
Joe: No, chica, son putos Ángeles Salvadores del Señor, eso es lo que son...
Me mira raro, no es de extrañar, un poli viejo mal afeitado cubierto de sangre y sudor con la cabeza medio ida y el corazón hecho una piltrafa... Con que confie en mí unas horas más, me vale, no voy a exigirle más, la verdad.
Joe: Vamos, el negro ya me ha salvado el culo un par de veces...
Y que conste que digo "negro" como adjetivo descriptivo, seré un viejo anticuado, pero no un racista. La de negros, chinos y latinos que me han ayudado en el cuerpo y fuera de él (Micaela, sin ir más lejos).
A duras penas, subo al coche, acompañado por Dana, y veo a otra chica dentro, quien dice ser Erin, quien conducía el coche patrulla en el que se fue Kenneth cuando lo de Lillith. Joder, no sé qué coño pasa hoy, pero el mundo se vuelve loco y no paro de verme rodeado de auténticos bellezones. Primero Micaela, luego la china, Dana y, ahora, Erin. ¿Qué tiene el Apocalipsis que hace que todas las tías buenas de la puta ciudad se reunan en el mismo jodido sitio?
Mientras tanto, Theo, Micaela y la china trastean con el coche embestido por Kenneth. No sé qué demonios hacen exactamente hasta que veo cómo se abren las puertas de delante y caen a ambos lados sendas masas sanguinolentas envueltas en jirones de tela azul. Parece que ya han encontrado vehículo.
Kenneth: Joe y compañera. ¿Estáis los dos armados? Lo digo por que vamos a jugar a un juego. Diré el código de un coche patrulla y todos disparamos al conductor de dicho coche.
Y después dicen de los video juegos...
Joe: Se llama Dana. Y, por lo que a mí respecta, llevo dos putas pistolas hasta arriba de balas y un cargador en el bolsillo.
Le enseño las dos pitolas y no saco el cargador porque no tengo otra mano.
Joe: Supongo que todos estos polis son falsos, ¿no? Como los de mi piso. Porque si no es así, cuando acabe toda esta locura te meteré una bala entre las cejas, ¿estamos?
Entonces, simplemente, arranca. La adrenalina corre por todo mi cuerpo, parece que es la única forma de despejarme la mollera, se me ha endurecido con los años...
Espera, espera, quieto un momento... Conozco todos los procedimientos de acción, y éstos no vienen para explorar el terreno. La forma en la que maniobran es más propia de... Oh, joder... ¡Es propia de putas redadas anti-droga!
Sin previo aviso, un nuevo coche patrulla golpea al anterior y después un fogonazo, seguido de un estruendo. Acaban de reventarlos con una escopeta... Y el que lleva la escopeta, joder, no puede ser. Éstas pastillas me hacen alucinar más de la cuenta. No puede ser Kenneth.
Oh, Dios bendito, sí, es él. Me hace señas para ir junto a él. Entre todo el bullicio, Dana, la desconocida que me ha salvado, me ayuda a acercarme a ellos.
Dana: Joe, parece que han venido a buscarte ¿son amigos tuyos?
Joe: No, chica, son putos Ángeles Salvadores del Señor, eso es lo que son...
Me mira raro, no es de extrañar, un poli viejo mal afeitado cubierto de sangre y sudor con la cabeza medio ida y el corazón hecho una piltrafa... Con que confie en mí unas horas más, me vale, no voy a exigirle más, la verdad.
Joe: Vamos, el negro ya me ha salvado el culo un par de veces...
Y que conste que digo "negro" como adjetivo descriptivo, seré un viejo anticuado, pero no un racista. La de negros, chinos y latinos que me han ayudado en el cuerpo y fuera de él (Micaela, sin ir más lejos).
A duras penas, subo al coche, acompañado por Dana, y veo a otra chica dentro, quien dice ser Erin, quien conducía el coche patrulla en el que se fue Kenneth cuando lo de Lillith. Joder, no sé qué coño pasa hoy, pero el mundo se vuelve loco y no paro de verme rodeado de auténticos bellezones. Primero Micaela, luego la china, Dana y, ahora, Erin. ¿Qué tiene el Apocalipsis que hace que todas las tías buenas de la puta ciudad se reunan en el mismo jodido sitio?
Mientras tanto, Theo, Micaela y la china trastean con el coche embestido por Kenneth. No sé qué demonios hacen exactamente hasta que veo cómo se abren las puertas de delante y caen a ambos lados sendas masas sanguinolentas envueltas en jirones de tela azul. Parece que ya han encontrado vehículo.
Kenneth: Joe y compañera. ¿Estáis los dos armados? Lo digo por que vamos a jugar a un juego. Diré el código de un coche patrulla y todos disparamos al conductor de dicho coche.
Y después dicen de los video juegos...
Joe: Se llama Dana. Y, por lo que a mí respecta, llevo dos putas pistolas hasta arriba de balas y un cargador en el bolsillo.
Le enseño las dos pitolas y no saco el cargador porque no tengo otra mano.
Joe: Supongo que todos estos polis son falsos, ¿no? Como los de mi piso. Porque si no es así, cuando acabe toda esta locura te meteré una bala entre las cejas, ¿estamos?
Entonces, simplemente, arranca. La adrenalina corre por todo mi cuerpo, parece que es la única forma de despejarme la mollera, se me ha endurecido con los años...
miércoles, 26 de agosto de 2009
La calma antes de la tempestad
Mi corazón se calma poco a poco, benditas drogas, tan buenas y tan malas a la vez. Todavía noto, casi como una ensoñación, los labios de Dana sobre los míos, inflamándome de vida. Como un ángel curativo. Cuando más lo recuerdo, más pienso en Holly. Cuanto más pienso en Holly más pienso en mis hijos. Dave, Lucy, estéis donde estéis, ojalá estéis mil millones de veces mejor que yo. Ojalá esto del segundo sol, los asesinos de polis, no os haya alcanzado nunca ni os alcance.
Theo se pone en pie. Una bala le ha atravesado y ya está casi como nuevo. Tendrá secuelas, siempre hay secuelas, pero parece que su cuerpo empieza a funcionar correctamente, le envidio. Tiene el ímpetu de los jóvenes, con esa pizca de agilipollamiento que todo el mundo tiene a su edad; aún así, es un tipo legal. No me gustaría que Lucy trajese a alguien como él a casa, pero es un tipo legal. Parece que tiene algo que decir:
Theo: Escuchadme todos. Sé que apenas nos conocemos, acabamos de resolver una situación muy jodida, y está claro que aquí hay muchos interrogantes, pero no creo que sea coincidencia el hecho de que todos hayamos acudido justo a este lugar en concreto. No se qué razones os habrán empujado a venir aquí, pero a mi me han encargado que encuentre un bolso, de color dorado, en su interior hay una cinta de video, la cual tiene un importante mensaje grabado, es imprescindible que esa cinta llegue a Rock-TV a las 8 de la tarde de hoy y sea emitida, no me preguntéis por qué, pero según una persona, la vida de millones depende de ello, y sé que ese bolso y la cinta tienen que estar en este parque, no sé si alguno habréis visto algo, pero me gustaría que me ayudaseis a encontrarlo, y ya de paso, a llevarlo hasta Rock-TV, es una prioridad absoluta.
¿Y por qué no te pones una diana en el pecho? Joder, acabas de descubrirte ante todo un grupo de desconocidos. Una china zumbada con espadita samurai de los cojones y una civil con pistola (muy amable y con ligeros conocimientos médicos, pero con pistola y desconocida, al fin y al cabo).
Y, de paso, nos has descubierto a Micaela y a mí, que íbamos contigo en el coche. En fin, tengo dos pistolas, con un poco más de suerte puedo reventarlos a todos si las cosas se ponen feas. Oh, joder, ya estoy desvariando...
¡Mierda! ¡La radio de la poli! ¡Podrían estar diciendo algo importante! Me llevo la mano al cinturón, buscando la radio, y sólo encuentro la mitad. Supongo que la otra mitad estará dentro del coche. Sobra decir que es bastante improbable que funcione a pesar de unirlas con el mejor pegamentos del estado y un par de trozos de celo. Joder. Y ni siquiera estoy de servicio...
Tengo la cabeza embotada...
Theo se pone en pie. Una bala le ha atravesado y ya está casi como nuevo. Tendrá secuelas, siempre hay secuelas, pero parece que su cuerpo empieza a funcionar correctamente, le envidio. Tiene el ímpetu de los jóvenes, con esa pizca de agilipollamiento que todo el mundo tiene a su edad; aún así, es un tipo legal. No me gustaría que Lucy trajese a alguien como él a casa, pero es un tipo legal. Parece que tiene algo que decir:
Theo: Escuchadme todos. Sé que apenas nos conocemos, acabamos de resolver una situación muy jodida, y está claro que aquí hay muchos interrogantes, pero no creo que sea coincidencia el hecho de que todos hayamos acudido justo a este lugar en concreto. No se qué razones os habrán empujado a venir aquí, pero a mi me han encargado que encuentre un bolso, de color dorado, en su interior hay una cinta de video, la cual tiene un importante mensaje grabado, es imprescindible que esa cinta llegue a Rock-TV a las 8 de la tarde de hoy y sea emitida, no me preguntéis por qué, pero según una persona, la vida de millones depende de ello, y sé que ese bolso y la cinta tienen que estar en este parque, no sé si alguno habréis visto algo, pero me gustaría que me ayudaseis a encontrarlo, y ya de paso, a llevarlo hasta Rock-TV, es una prioridad absoluta.
¿Y por qué no te pones una diana en el pecho? Joder, acabas de descubrirte ante todo un grupo de desconocidos. Una china zumbada con espadita samurai de los cojones y una civil con pistola (muy amable y con ligeros conocimientos médicos, pero con pistola y desconocida, al fin y al cabo).
Y, de paso, nos has descubierto a Micaela y a mí, que íbamos contigo en el coche. En fin, tengo dos pistolas, con un poco más de suerte puedo reventarlos a todos si las cosas se ponen feas. Oh, joder, ya estoy desvariando...
¡Mierda! ¡La radio de la poli! ¡Podrían estar diciendo algo importante! Me llevo la mano al cinturón, buscando la radio, y sólo encuentro la mitad. Supongo que la otra mitad estará dentro del coche. Sobra decir que es bastante improbable que funcione a pesar de unirlas con el mejor pegamentos del estado y un par de trozos de celo. Joder. Y ni siquiera estoy de servicio...
Tengo la cabeza embotada...
martes, 25 de agosto de 2009
Medicina de alto riesgo
Theo está bien, he gastado prácticamente todo lo que había en el irrisorio botiquín, pero Theo está bien, y eso es lo que cuenta. Un rápido vistazo a mi alrededor, usando mi "olfato de cirujana", me confirma lo que ya me temía: hay más heridos.
Uno de ellos, el gigantón asesino.
Tomo aire lenta y profundamente, noto el bombeo del corazón en mi pecho, una suave brisa me acaricia el rostro. Parece una brisa irreal, tan fresca y agradable, justo en medio de una masacre. Tanta gente muerta. Tanta gente inocente muerta. Y no puedo hacer nada por ellos. Sólo puedo hacer algo por su asesino.
Hinco una rodilla en el suelo y me impulsa con una mano, notando la hierba sucia entre mis dedos. A mi alrededor todo es caos, gente que no conozco de nada, preguntas a las que no encuentro respuesta, y respuestas que sólo generan más preguntas. Nos hemos juntado un grupo pintoresco, me muero de curiosidad por saber de dónde han salido, o qué les motiva, pero ahora no es el momento de hacerpreguntas. Ahora no.
Una gota de sudor se me cuela bajo un ojo, irritándolo, mientras ando hacie mi siguiente paciente. Hace mucho calor, ya no hay brisa fresca, alzo la mirada y veo el Sol, amarillo, potente, a lo alto, en el cielo. Y justo a su lado, un segundo sol, rojo, más pequeño, casi la mitad. ¿De dónde ha salido? ¿Qué demonios es? No es el momento de hacer preguntas...
Vuelvo a hincar una rodilla en el suelo, estoy frente al herido. Es mucho más grande de lo que imaginaba, bajo la armadura se ve su piel oscura, casi azabache, empapada en sudor, sangre y tierra. Su respiración es larga y costosa, con un quejido ronco al final.
La yugular está intacta, la carne destrozada y quemada, lo cual es bueno y malo. Bueno porque hay partes casi cauterizadas, malo porque es un foco realmente precioso de infecciones.
A mi disposición tengo tanta tela como dé de sí mi blusa, que se me pega al cuerpo sudoroso de forma bastante molesta. Y punto. Mis lindas manos, como mucho.
Me arranco una manga y seco un poco el sudor frotándola contra mis vaqueros, no es lo más higiénico que hay, pero, a no ser que quiera ponerle hierba en la herida, es lo mejor que puedo hacer.
Joder, unos milímetros más centrada y esa bala habría matado en segundos a este tipo. Tengo que aislar mi mente, concentrarme en mi trabajo. Hice un juramento, el juramento hipocrático, según el cual no puedo hacer daño ni dejar que hagan daño a los demás, debo atender las heridas de todo el mundo sin importarme su condición. El juramento hipocrático es lo único que me queda, si fallo al juramento, me fallo a mí misma.
Lágrimas grandes como puños resbalan por mis mejillas sucias, tengo que templarme, ha sido un día espeluznante, ya te derrumbarás a la noche, con Theo y con Joe, protegida. Ahora tengo trabajo que hacer. Tengo que salvar al gigantón.
Dios, me encantaría verlo desangrarse como un cerdo, casi mata a Theo y ha asesinado a sangre fría a decenas de personas. No merece vivir. Pero debo curarlo. Y pienso hacerlo. Voy a curar a este hijo de puta para que Joe pueda llevarlo ante la justicia y lo encarcelen. Dios, ojalá lo condenen a la silla eléctrica. Reservaré asiento en la primera fila.
¡No! ¡Yo no soy así! ¡Soy cirujana, por el amor del cielo! ¡Curo a la gente, salvo vidas! Debo despejar mi mente, rápido, concentrarme sólo en el herido, como si fuese un coche que necesita ser reparado.
Aplicando unos trozos de manga como gasas y compresas, y el resto como vendaje improvisado, la hemorragia queda más o menos contenida. Sin embargo, la tela quedará embotada de sangre en menos de dos horas, y eso, sumado a la sangre ya perdida, hará que no dure mucho. Pero no puedo hacer nada mejor por este pobre desgraciado...
Suceden varias cosas a mi alrededor, pero sólo me fijo en las que pueden afectarme, como el maldito cigarro de mi novio.
Es un capullo, pero le quiero con locura. Es mi capullo. Y de nadie más.
Con una mirada de reproche consigo que apague el cigarrillo, que tira desdeñosamente sobre el herido. Capullo, como ya decía, pero loable. Es un hombre valiente, con ese tipo de bravura que sólo tienen los locos y los acorralados. Prefiero pensar que es un loco.
Que se haya desplazado hasta aquí quiere decir que le he tratado las heridas mejor de lo que me esperaba, a veces me sorprendo a mí misma. Joe no corre la misma suerte. Está mayor, es un perro viejo y apaleado, pero, sobre todo, es un perro viejo apaleado y fiel. Apenas he pasado unas horas con él y ya sé cómo habría querido ser de mayor. Ese poli a punto de retirarse, como Danny Glover en Arma Letal, me ha marcado más de lo que pensaba. Diablos, a veces hasta hablo como él.
Parece que Theo tiene algo que decir.
Uno de ellos, el gigantón asesino.
Tomo aire lenta y profundamente, noto el bombeo del corazón en mi pecho, una suave brisa me acaricia el rostro. Parece una brisa irreal, tan fresca y agradable, justo en medio de una masacre. Tanta gente muerta. Tanta gente inocente muerta. Y no puedo hacer nada por ellos. Sólo puedo hacer algo por su asesino.
Hinco una rodilla en el suelo y me impulsa con una mano, notando la hierba sucia entre mis dedos. A mi alrededor todo es caos, gente que no conozco de nada, preguntas a las que no encuentro respuesta, y respuestas que sólo generan más preguntas. Nos hemos juntado un grupo pintoresco, me muero de curiosidad por saber de dónde han salido, o qué les motiva, pero ahora no es el momento de hacerpreguntas. Ahora no.
Una gota de sudor se me cuela bajo un ojo, irritándolo, mientras ando hacie mi siguiente paciente. Hace mucho calor, ya no hay brisa fresca, alzo la mirada y veo el Sol, amarillo, potente, a lo alto, en el cielo. Y justo a su lado, un segundo sol, rojo, más pequeño, casi la mitad. ¿De dónde ha salido? ¿Qué demonios es? No es el momento de hacer preguntas...
Vuelvo a hincar una rodilla en el suelo, estoy frente al herido. Es mucho más grande de lo que imaginaba, bajo la armadura se ve su piel oscura, casi azabache, empapada en sudor, sangre y tierra. Su respiración es larga y costosa, con un quejido ronco al final.
La yugular está intacta, la carne destrozada y quemada, lo cual es bueno y malo. Bueno porque hay partes casi cauterizadas, malo porque es un foco realmente precioso de infecciones.
A mi disposición tengo tanta tela como dé de sí mi blusa, que se me pega al cuerpo sudoroso de forma bastante molesta. Y punto. Mis lindas manos, como mucho.
Me arranco una manga y seco un poco el sudor frotándola contra mis vaqueros, no es lo más higiénico que hay, pero, a no ser que quiera ponerle hierba en la herida, es lo mejor que puedo hacer.
Joder, unos milímetros más centrada y esa bala habría matado en segundos a este tipo. Tengo que aislar mi mente, concentrarme en mi trabajo. Hice un juramento, el juramento hipocrático, según el cual no puedo hacer daño ni dejar que hagan daño a los demás, debo atender las heridas de todo el mundo sin importarme su condición. El juramento hipocrático es lo único que me queda, si fallo al juramento, me fallo a mí misma.
Lágrimas grandes como puños resbalan por mis mejillas sucias, tengo que templarme, ha sido un día espeluznante, ya te derrumbarás a la noche, con Theo y con Joe, protegida. Ahora tengo trabajo que hacer. Tengo que salvar al gigantón.
Dios, me encantaría verlo desangrarse como un cerdo, casi mata a Theo y ha asesinado a sangre fría a decenas de personas. No merece vivir. Pero debo curarlo. Y pienso hacerlo. Voy a curar a este hijo de puta para que Joe pueda llevarlo ante la justicia y lo encarcelen. Dios, ojalá lo condenen a la silla eléctrica. Reservaré asiento en la primera fila.
¡No! ¡Yo no soy así! ¡Soy cirujana, por el amor del cielo! ¡Curo a la gente, salvo vidas! Debo despejar mi mente, rápido, concentrarme sólo en el herido, como si fuese un coche que necesita ser reparado.
Aplicando unos trozos de manga como gasas y compresas, y el resto como vendaje improvisado, la hemorragia queda más o menos contenida. Sin embargo, la tela quedará embotada de sangre en menos de dos horas, y eso, sumado a la sangre ya perdida, hará que no dure mucho. Pero no puedo hacer nada mejor por este pobre desgraciado...
Suceden varias cosas a mi alrededor, pero sólo me fijo en las que pueden afectarme, como el maldito cigarro de mi novio.
Es un capullo, pero le quiero con locura. Es mi capullo. Y de nadie más.
Con una mirada de reproche consigo que apague el cigarrillo, que tira desdeñosamente sobre el herido. Capullo, como ya decía, pero loable. Es un hombre valiente, con ese tipo de bravura que sólo tienen los locos y los acorralados. Prefiero pensar que es un loco.
Que se haya desplazado hasta aquí quiere decir que le he tratado las heridas mejor de lo que me esperaba, a veces me sorprendo a mí misma. Joe no corre la misma suerte. Está mayor, es un perro viejo y apaleado, pero, sobre todo, es un perro viejo apaleado y fiel. Apenas he pasado unas horas con él y ya sé cómo habría querido ser de mayor. Ese poli a punto de retirarse, como Danny Glover en Arma Letal, me ha marcado más de lo que pensaba. Diablos, a veces hasta hablo como él.
Parece que Theo tiene algo que decir.
lunes, 24 de agosto de 2009
Perro viejo
La cabeza me da vueltas. Otra chica se ha unido a la china, parace que no está tan chiflada como ella (o como yo). Intercambian algunas frases, me miran, pero yo solo oigo cómo la sangre me bombea en las sienes.
A los pocos segundos, las luces y las sombras se funden, dejándome solo en un mundo de oscuridad.
Me desplomo en el suelo como un saco viejo...
Pierdo la noción del tiempo. La cabeza me da vueltas, la garganta me escuece y el pecho me oprime, pero, aún así, recupero poco a poco la conciencia. Eso sí, sufriendo los particulares efectos secundarios de cualquier derivado opiáceo.
Noto una presencia a mi lado, un contorno esbelto girado hacia mí, apenas una sombra fugaz, pero creo que es...
Joe: ¿Holly?
Dios mío, estoy muerto. Definitivamente, he muerto. Afortunadamente, el de ahí arriba me ha juzgado suficientemente bueno como para poder reencontrarme con mi mujer. Oh, Cristo bendito, Holly, te he echado tanto en fal...
Dana: Eh, no, soy Dana.
¿Cómo? ¿Qué?
Joe: ¿Quién...?
Dana: No importa ¿Te encuentras bien?
Me incorpora con suavidad y fuerza, decidida pero cuidadosa.
Joder, ya me acuerdo de todo... El gigantón chiflado, la china y... Oh, joder, Theo...
Joe: Hmpf... ¿Y Theo?
Dana: Supongo que Theo es el que estaba en el suelo, se ha llevado un balazo de refilón, pero parece que la chica le ha curado sus heridas, está allí, descansando.
Gracias al Cielo, que el Señor le tenga en un Gloria. Es curioso como mi fe se reafirma cuando más me interesa... Ese chico ha estado al borde de la muerte por mi culpa, tengo una deuda con él. Llamadme antiguo, pero este viejo poli todavía cree en códigos morales, y si fallo a mi código, me fallo a mí mismo...
Joe: Llévame... él... or favor...
Dana: No sé si estás en condiciones de...
Oh, vamos, he aguantado un infarto y he esquivado una bala, creo que podré soportarlo...
Joe: Llévame...
Dana: No creo que en tu situación...
Joe: Llévame... O te detengo...
Habría sacado la placa, para dar más énfasis, pero apenas me queda fuerza. Mientras me arrastra junto a Theo me maldigo a mí mismo por mi cabezonería. Éste ataque ha sido más fuerte de lo que esperaba, me ha dejado todas las articulaciones entumecidas y me duele hacer cualquier movimiento. Joder, vaya mierda...
Finalmente, me deja junto a Theo, quien tampoco está mucho en este mundo. Claro que a él le han metido una bala en el cuerpo, sé por experiencia que eso duele...
Afortunadamente, Micaela ha sabido remendarlo. Ésta chica es una joya...
A los pocos segundos, las luces y las sombras se funden, dejándome solo en un mundo de oscuridad.
Me desplomo en el suelo como un saco viejo...
Pierdo la noción del tiempo. La cabeza me da vueltas, la garganta me escuece y el pecho me oprime, pero, aún así, recupero poco a poco la conciencia. Eso sí, sufriendo los particulares efectos secundarios de cualquier derivado opiáceo.
Noto una presencia a mi lado, un contorno esbelto girado hacia mí, apenas una sombra fugaz, pero creo que es...
Joe: ¿Holly?
Dios mío, estoy muerto. Definitivamente, he muerto. Afortunadamente, el de ahí arriba me ha juzgado suficientemente bueno como para poder reencontrarme con mi mujer. Oh, Cristo bendito, Holly, te he echado tanto en fal...
Dana: Eh, no, soy Dana.
¿Cómo? ¿Qué?
Joe: ¿Quién...?
Dana: No importa ¿Te encuentras bien?
Me incorpora con suavidad y fuerza, decidida pero cuidadosa.
Joder, ya me acuerdo de todo... El gigantón chiflado, la china y... Oh, joder, Theo...
Joe: Hmpf... ¿Y Theo?
Dana: Supongo que Theo es el que estaba en el suelo, se ha llevado un balazo de refilón, pero parece que la chica le ha curado sus heridas, está allí, descansando.
Gracias al Cielo, que el Señor le tenga en un Gloria. Es curioso como mi fe se reafirma cuando más me interesa... Ese chico ha estado al borde de la muerte por mi culpa, tengo una deuda con él. Llamadme antiguo, pero este viejo poli todavía cree en códigos morales, y si fallo a mi código, me fallo a mí mismo...
Joe: Llévame... él... or favor...
Dana: No sé si estás en condiciones de...
Oh, vamos, he aguantado un infarto y he esquivado una bala, creo que podré soportarlo...
Joe: Llévame...
Dana: No creo que en tu situación...
Joe: Llévame... O te detengo...
Habría sacado la placa, para dar más énfasis, pero apenas me queda fuerza. Mientras me arrastra junto a Theo me maldigo a mí mismo por mi cabezonería. Éste ataque ha sido más fuerte de lo que esperaba, me ha dejado todas las articulaciones entumecidas y me duele hacer cualquier movimiento. Joder, vaya mierda...
Finalmente, me deja junto a Theo, quien tampoco está mucho en este mundo. Claro que a él le han metido una bala en el cuerpo, sé por experiencia que eso duele...
Afortunadamente, Micaela ha sabido remendarlo. Ésta chica es una joya...
domingo, 23 de agosto de 2009
Zen
Todo sucede muy deprisa. Salgo por inercia del coche, siguiendo ciegamente a Joe. Sólo hace unas horas que le conozco, y le ha bastado para salvarme la vida varias veces. Automáticamente, corro tras él, y no es hasta que resulta demasiado tarde que me doy cuenta de que Theo no está conmigo...
¡Se ha quedado atrapado en el coche! ¡Oh, Dios, Theo, no te mueras, por favor!
¡Oh, joder! ¡El hombre de la armadura viene directo hacia nosotros! Voy a morir, voy a morir hoy después de todas las calamidades por las que he pasado.
Joe: Corre.
Micaela: No, yo...
Joe: ¡He dicho que corras!
Me empuja hacia un lado con violencia. El tacto de su mano, ruda, fuerte, sucia, me transmite que está hablando muy en serio. Doy un traspiés hacia un lado y, antes de poder volver a equilibrarme, veo atónita como él echa a correr justo en dirección contraria, tratando de atraer toda la atención del loco armado sobre él. Joder, es un auténtico héroe. Me ha vuelto a salvar la vida...
¡Tengo que ayudar a Theo! Antes de que termine de pensar siquiera en que tengo que hacerlo, una extraña chica asiática, guapa como un ángel, me señala la nuevo ubicación de mi novio, gritándome que le ayude como sea, y me da un pequeño botiquín, de esos de emergencia, con lo básico, pero suficiente.
Segundos después, ella también se enzarza contra el enemigo. Hoy es el día de los héroes de acción, como en "La Jungla de Cristal" o "Los Ángeles de Charlie"...
Corro hacia Theo y, sin frenar, me lanzo de rodillas a su lado, rascándome las piernas contra el suelo, da igual, sólo son unas magulladuras sin importancia. Ya estoy en la posición correcta, ahora debo serenarme, alejarme de todo lo que pasa a mi alrededor y concentrarme en Theo, tratar sus heridas. Está grave, pero creo que podré contener la hemorragia sin muchas complicaciones y, sobretodo, sin interrupciones.
Rezo porque Joe salga bien parado de todo éste asunto y hundo las manos en el botiquín, tengo una labor que desempeñar, y soy la mejor en mi trabajo.
¡Se ha quedado atrapado en el coche! ¡Oh, Dios, Theo, no te mueras, por favor!
¡Oh, joder! ¡El hombre de la armadura viene directo hacia nosotros! Voy a morir, voy a morir hoy después de todas las calamidades por las que he pasado.
Joe: Corre.
Micaela: No, yo...
Joe: ¡He dicho que corras!
Me empuja hacia un lado con violencia. El tacto de su mano, ruda, fuerte, sucia, me transmite que está hablando muy en serio. Doy un traspiés hacia un lado y, antes de poder volver a equilibrarme, veo atónita como él echa a correr justo en dirección contraria, tratando de atraer toda la atención del loco armado sobre él. Joder, es un auténtico héroe. Me ha vuelto a salvar la vida...
¡Tengo que ayudar a Theo! Antes de que termine de pensar siquiera en que tengo que hacerlo, una extraña chica asiática, guapa como un ángel, me señala la nuevo ubicación de mi novio, gritándome que le ayude como sea, y me da un pequeño botiquín, de esos de emergencia, con lo básico, pero suficiente.
Segundos después, ella también se enzarza contra el enemigo. Hoy es el día de los héroes de acción, como en "La Jungla de Cristal" o "Los Ángeles de Charlie"...
Corro hacia Theo y, sin frenar, me lanzo de rodillas a su lado, rascándome las piernas contra el suelo, da igual, sólo son unas magulladuras sin importancia. Ya estoy en la posición correcta, ahora debo serenarme, alejarme de todo lo que pasa a mi alrededor y concentrarme en Theo, tratar sus heridas. Está grave, pero creo que podré contener la hemorragia sin muchas complicaciones y, sobretodo, sin interrupciones.
Rezo porque Joe salga bien parado de todo éste asunto y hundo las manos en el botiquín, tengo una labor que desempeñar, y soy la mejor en mi trabajo.
sábado, 22 de agosto de 2009
Caos
Maldita sea, joder, maldita sea, me cago en la puta, maldita sea, ¡al diablo con todo! Esa jodida masa humana con armadura viene directo a por nosotros y no va a dudar ni dos segundos en apretar el gatillo. Yo soy viejo, soy viejo, prescindible, me queda poco para retirarme, no me quiere casi nadie en el mundo. Pero la chica, Micaela, es joven, vigorosa, tiene una maldita carrera por delante, es una jodida cirujana, en su corta existencia seguro que ha salvado más vidas que yo en todos mis años de servicio.
Joe: Corre.
Micaela: No, yo...
Joe: ¡He dicho que corras!
La empujo con violencia hacia un lado y salgo corriendo justo en dirección contraria.
Joe: ¡Eh, tú! ¡Sí, tú! ¡El maldito mastodonte con armadura! ¿Es que tu madre no te dijo que Terminator sólo era una película? ¿De dónde has sacado eso, de una convención de cómics?
Eso es viejo, atráelo sobre tí, que se concentre solo en tí, que te mate solo a tí... Grito, salto, me fuerzo hasta el último momento, me da exactamente igual sufrir un maldito infarto ahora mismo, voy a morir de todos modos.
Micaela se desvía de la trayectoria, ¿qué coño está haciendo? Va hacia Theo, pero... ¡Joder! ¡Hay una china corriendo hacia el grandullón!
¿Se puede saber qué coño hace un china con espada en Central Park? Joder, todo es culpa de los putos video juegos, seguro, están volviendo loco a medio mundo y pasa lo que pasa.
¡RATATATATATATATATATATATA!
¡Por Cristo bendito! ¡No me ha dado de milagro! Ese jodido gigante dispara hasta a los policías. No sé de qué me extraño, hoy en día nadie respeta a la autoridad.
Muy bien, viejo, demuestra lo que vales. ¿Quieres quedarte con la chica? Pues impresiónala. Desenfundo a Joyce, acariciándola, despidiéndome de ella, y apunto al gigantón. Apunto con calma, esperando el momento. Ese loco desperdicia balas como si fueses caramelos, no sabe esperar al momento preciso. Apenas tengo un segundo para disparar, pero parece que hay un buen punto débil. Si esto me sale bien podría salvar la situación...
¡BLAM!
Un chorro de sangre sale disparado de debajo de su máscara. ¡Mierda! ¡Sólo le ha rozado el cuello! ¡Sigue moviéndose! ¿De qué coño está hecho este puto chalado? Debe de llevar anfetaminas o alguna de esas porquerías que los jóvenes de hoy en día se meten en el cuerpo para arruinar sus vidas...
Y entonces todo sucede muy rápido. Sin previo aviso, la china corta el tubo del lanzallamas y esquiva una ráfaga de ametralladora por los pelos de un calvo. Por puro instinto, vacío mi cargador contra ese hijo de puta. Algunas balas rebotan contra su armadura, pero hay junturas que dejan pequeñas partes de su cuerpo al descubierto, y puedo contar, gracias a la sangre, varios impactos satisfactorios.
Con un quejido y un chirriar metálico, se desploma. La china no pierde tiempo en sacarle la máscara, revelando un gigantón de etnia negra (cosa que me hace pensar en Kenneth, ¿qué habrá sido de él?). Se rasga la camiseta para taponar la herida y, mientras me acerco, puedo oír cómo llama a una ambulancia.
Joe: Ey, no toques a mi detenido.
Lo siento, extraña chica china, me has ayudado, te lo agradezco mucho, pero no sé quién cojones eres y mucho menos qué coño quieres, la ley es la ley, y debo aplicarla aunque no me toque estar de servicio.
Entre gemidos, el maníaco derrotado susurra: Pero si sois azules...¿Porqué me atacais?
Tócate los huevos. Monta una masacre de tres pares de narices y aún se pregunta que por qué le hemos detenido. Da gracias a que tengo el cargador vacío y no puedo meterte una bala en la cabeza ahora mismo.
Eso me recuerda que debo cambiar el cargador, ahora sólo me que quedan dos, el que ya está en Joyce, y el que me queda en el bolsillo.
Me quedo al lado del gigantón mientras veo cómo Micaela se ha llevado a Theo lejos del coche, que podría explotar en cualquier momento, y empieza a atender sus heridas.
Le gritaría que viniese a ayudarme, pero no puedo respirar. Mi corazón falla...
Joe: Corre.
Micaela: No, yo...
Joe: ¡He dicho que corras!
La empujo con violencia hacia un lado y salgo corriendo justo en dirección contraria.
Joe: ¡Eh, tú! ¡Sí, tú! ¡El maldito mastodonte con armadura! ¿Es que tu madre no te dijo que Terminator sólo era una película? ¿De dónde has sacado eso, de una convención de cómics?
Eso es viejo, atráelo sobre tí, que se concentre solo en tí, que te mate solo a tí... Grito, salto, me fuerzo hasta el último momento, me da exactamente igual sufrir un maldito infarto ahora mismo, voy a morir de todos modos.
Micaela se desvía de la trayectoria, ¿qué coño está haciendo? Va hacia Theo, pero... ¡Joder! ¡Hay una china corriendo hacia el grandullón!
¿Se puede saber qué coño hace un china con espada en Central Park? Joder, todo es culpa de los putos video juegos, seguro, están volviendo loco a medio mundo y pasa lo que pasa.
¡RATATATATATATATATATATATA!
¡Por Cristo bendito! ¡No me ha dado de milagro! Ese jodido gigante dispara hasta a los policías. No sé de qué me extraño, hoy en día nadie respeta a la autoridad.
Muy bien, viejo, demuestra lo que vales. ¿Quieres quedarte con la chica? Pues impresiónala. Desenfundo a Joyce, acariciándola, despidiéndome de ella, y apunto al gigantón. Apunto con calma, esperando el momento. Ese loco desperdicia balas como si fueses caramelos, no sabe esperar al momento preciso. Apenas tengo un segundo para disparar, pero parece que hay un buen punto débil. Si esto me sale bien podría salvar la situación...
¡BLAM!
Un chorro de sangre sale disparado de debajo de su máscara. ¡Mierda! ¡Sólo le ha rozado el cuello! ¡Sigue moviéndose! ¿De qué coño está hecho este puto chalado? Debe de llevar anfetaminas o alguna de esas porquerías que los jóvenes de hoy en día se meten en el cuerpo para arruinar sus vidas...
Y entonces todo sucede muy rápido. Sin previo aviso, la china corta el tubo del lanzallamas y esquiva una ráfaga de ametralladora por los pelos de un calvo. Por puro instinto, vacío mi cargador contra ese hijo de puta. Algunas balas rebotan contra su armadura, pero hay junturas que dejan pequeñas partes de su cuerpo al descubierto, y puedo contar, gracias a la sangre, varios impactos satisfactorios.
Con un quejido y un chirriar metálico, se desploma. La china no pierde tiempo en sacarle la máscara, revelando un gigantón de etnia negra (cosa que me hace pensar en Kenneth, ¿qué habrá sido de él?). Se rasga la camiseta para taponar la herida y, mientras me acerco, puedo oír cómo llama a una ambulancia.
Joe: Ey, no toques a mi detenido.
Lo siento, extraña chica china, me has ayudado, te lo agradezco mucho, pero no sé quién cojones eres y mucho menos qué coño quieres, la ley es la ley, y debo aplicarla aunque no me toque estar de servicio.
Entre gemidos, el maníaco derrotado susurra: Pero si sois azules...¿Porqué me atacais?
Tócate los huevos. Monta una masacre de tres pares de narices y aún se pregunta que por qué le hemos detenido. Da gracias a que tengo el cargador vacío y no puedo meterte una bala en la cabeza ahora mismo.
Eso me recuerda que debo cambiar el cargador, ahora sólo me que quedan dos, el que ya está en Joyce, y el que me queda en el bolsillo.
Me quedo al lado del gigantón mientras veo cómo Micaela se ha llevado a Theo lejos del coche, que podría explotar en cualquier momento, y empieza a atender sus heridas.
Le gritaría que viniese a ayudarme, pero no puedo respirar. Mi corazón falla...
viernes, 21 de agosto de 2009
Choque demencial
Ignoro las marchas, pongo directamente la quinta y que sea lo que Dios quiera. Afortunadamente no está en el punto más frondoso de Central Park, de modo que hay pocos árboles que esquivar.
El corazón se me va a salir por la boca, un sudor frío me recorre el cuerpo entero, los nudillos se me quedan blancos de apretar con tanta fuerza el volante, me tiemblan las rodillas, respiro con dificultad y justo en ese momento, en el peor momento, recuerdo las últimas palabras de Lillith...
La furgoneta de ese loco está cada vez más cerca, venga, viejo, vamos, empótralo.
Theo: ¡¡¡Kowaboonga!!!
Sabes que no es el protocolo, pero tampoco te tocaría estar de servicio, y no hay tiempo para formalidades burocráticas, hay gente muriendo a puñados. Va a salir bien, ya verás como todo va a salir bien. Vas a empotrar a ese cabrón, salvarás la situación, te investirán como héroe, te podrás retirar antes y te quedaras con la chica.
Vete a la mierda, viejo, ya estas divagando otr...
¡KRANK! ¡KRONCH! ¡KRASH! ¡KATAKRONC!
El coche es un amasijo de hierros, está todo lleno de humo, me he dado un buen golpe en la cabeza, espero que los demás estén bien. Parece que... ¡Lo hemos conseguido! ¡Sí! ¡He conseguido acabar con ese cabrón!
¡NO! ¡Mierda, mierda, mierda, puta mierda!
De entre el humo aparece su figura, empuñando metralletas y cargando un lanzallamas. ¡El hijo de puta se ha librado! ¡Maldita sea, Señor, hoy te has ensañado conmigo de mala manera, eres un hijo de la grandísima puta, Señor!
Joe: ¡Todo el mundo fuera del coche! ¡YA!
No hay tiempo para pensar mucho, esa maldita mole humana abre fuego contra el coche. Consigo salir del coche agachado, hecho un guiñapo, y corro para alejarme del peligro. Me giro y veo que Micaela corre a pocos pasos por detrás de mí, pero señala insistentemente al coche... ¿Qué demonios...? ¡Theo, maldita sea! ¿Ves como eres un gilipollas? No, no, te equivocas, viejo, has sido tú. ¡Has sido tú! Has conducido como un maldito loco y has dejado moribundo a tu compañero. Eres un maldito desastre, un viejo inútil y enfermo...
El corazón se me va a salir por la boca, un sudor frío me recorre el cuerpo entero, los nudillos se me quedan blancos de apretar con tanta fuerza el volante, me tiemblan las rodillas, respiro con dificultad y justo en ese momento, en el peor momento, recuerdo las últimas palabras de Lillith...
La furgoneta de ese loco está cada vez más cerca, venga, viejo, vamos, empótralo.
Theo: ¡¡¡Kowaboonga!!!
Sabes que no es el protocolo, pero tampoco te tocaría estar de servicio, y no hay tiempo para formalidades burocráticas, hay gente muriendo a puñados. Va a salir bien, ya verás como todo va a salir bien. Vas a empotrar a ese cabrón, salvarás la situación, te investirán como héroe, te podrás retirar antes y te quedaras con la chica.
Vete a la mierda, viejo, ya estas divagando otr...
¡KRANK! ¡KRONCH! ¡KRASH! ¡KATAKRONC!
El coche es un amasijo de hierros, está todo lleno de humo, me he dado un buen golpe en la cabeza, espero que los demás estén bien. Parece que... ¡Lo hemos conseguido! ¡Sí! ¡He conseguido acabar con ese cabrón!
¡NO! ¡Mierda, mierda, mierda, puta mierda!
De entre el humo aparece su figura, empuñando metralletas y cargando un lanzallamas. ¡El hijo de puta se ha librado! ¡Maldita sea, Señor, hoy te has ensañado conmigo de mala manera, eres un hijo de la grandísima puta, Señor!
Joe: ¡Todo el mundo fuera del coche! ¡YA!
No hay tiempo para pensar mucho, esa maldita mole humana abre fuego contra el coche. Consigo salir del coche agachado, hecho un guiñapo, y corro para alejarme del peligro. Me giro y veo que Micaela corre a pocos pasos por detrás de mí, pero señala insistentemente al coche... ¿Qué demonios...? ¡Theo, maldita sea! ¿Ves como eres un gilipollas? No, no, te equivocas, viejo, has sido tú. ¡Has sido tú! Has conducido como un maldito loco y has dejado moribundo a tu compañero. Eres un maldito desastre, un viejo inútil y enfermo...
jueves, 20 de agosto de 2009
Canuck
Después de sufrir para atravesar el corto trayecto, aquí estamos los tres. Theo ha cogido su mochila, bien equipada, con botiquín incluido (si al final piensa y todo) y está oteando el parque con unos pequeños binoculares.
Finalmente, me los pasa a mí. Parece que el chaval sabe quién es el experto en el tema.
Siguiendo los gritos y la gente corriendo consigo ver al lunático de los disparos. Joder. Es un puto armario empotrado, con armadura blindada digna del mejor antidistrubios y SWAT del mundo, detrás de su furgoneta enorme repleta de municiones y armas. Tócate los huevos.
Le devuelvo los binoculares, indicándole dónde tiene que mirar, más que nada para que sepa a qué se enfrenta. A qué nos enfrentemos.
Micaela está nerviosa, de todos modos, aguanta con estoicismo. Ésta chica tiene los nervios templados en acero.
Theo: Tiene un punto ciego.
Joe: Sí, por detrás. ¿Qué quieres? ¿Que dispare desde el parabrisas?
Theo: Para un coche.
Joe: ¿Perdona?
Theo: Sí, joder, ¿no eres poli? Pues usa esa placa para parar un coche y embestir a ese hijo de puta.
Joe: Eres un maldito loco, y tienes la boca demasiado sucia para ser tan joven.
Está loco. Este chico está loco, es definitivo. Pero, joder, tiene los cojones cuadrados. Ojalá hubiese entrado en el cuerpo conmigo, con un poco de adiestramiento sería un mastín fiel y duro de roer. Total, muchas opciones no nos quedan, y no creo que fuese buena idea acercarme al majareta de la metralleta y pedirle por favor que lo deje estar y que me acompañe a comisaría a prestar declaración...
Me acerco a uno de los tantos coches que hay parados en la calzada con un conductor histérico al volante. Premeditadamente, voy a un coche ocupado sólo con una persona.
Toco a su ventanilla, enseñándole la placa, y él baja la ventanilla.
Hombre: ¿Qué quiere, agente?
Joe: Su coche.
Hombre: ¿Qué? ¿Está usted loco?
Joe: Mira, majadero, si digo que quiero tu coche, es que quiero tu coche, así que no me toques más las pelotas, ¿estamos?
Abro de un tirón la puerta y le lanzo al suelo, a lo que responde con un quejido.
Joe: No te habría tirado al suelo si hubieses llevado el cinturón, capullo.
Les indico con un gesto que suban al coche mientras les espero al lado de la puerta abierta. Micaela sube detrás y Theo hace el amago de subir como conductor. Ahí te has pasado, chico.
Joe: Conduzco yo.
Theo: Pero...
Joe: Conduzco yo. He parado el coche yo, pues conduzco yo. Además, tu no puedes perder un maldito segundo en buscar ese jodido bolso que tanto ansias, cuando choquemos, bájate y búscalo por los alrededores.
Theo: ¿Los alrededores? ¿Sabes lo jodidamente grande que es el puto parque?
Joe: ¿No querías el bolso? Pues búscalo
Theo: ¿Y eso que has dicho antes de tener la boca sucia?
Joe: Ya soy mayor para esas cosas.
Una vez estamos todos en el coche les obligo a abrocharse el cinturón de seguridad, no me gustaría ver sus caras destrozadas en el parabrisas por el choque. Va a ser demencial.
Joe: Ahora veréis cómo hacemos las cosas en Canadá.
Enfilo hacia la furgoneta de ese chiflado, acelerando todo lo que puedo para que la embestida sea brutal, y rezando para no desviarme por el camino.
Finalmente, me los pasa a mí. Parece que el chaval sabe quién es el experto en el tema.
Siguiendo los gritos y la gente corriendo consigo ver al lunático de los disparos. Joder. Es un puto armario empotrado, con armadura blindada digna del mejor antidistrubios y SWAT del mundo, detrás de su furgoneta enorme repleta de municiones y armas. Tócate los huevos.
Le devuelvo los binoculares, indicándole dónde tiene que mirar, más que nada para que sepa a qué se enfrenta. A qué nos enfrentemos.
Micaela está nerviosa, de todos modos, aguanta con estoicismo. Ésta chica tiene los nervios templados en acero.
Theo: Tiene un punto ciego.
Joe: Sí, por detrás. ¿Qué quieres? ¿Que dispare desde el parabrisas?
Theo: Para un coche.
Joe: ¿Perdona?
Theo: Sí, joder, ¿no eres poli? Pues usa esa placa para parar un coche y embestir a ese hijo de puta.
Joe: Eres un maldito loco, y tienes la boca demasiado sucia para ser tan joven.
Está loco. Este chico está loco, es definitivo. Pero, joder, tiene los cojones cuadrados. Ojalá hubiese entrado en el cuerpo conmigo, con un poco de adiestramiento sería un mastín fiel y duro de roer. Total, muchas opciones no nos quedan, y no creo que fuese buena idea acercarme al majareta de la metralleta y pedirle por favor que lo deje estar y que me acompañe a comisaría a prestar declaración...
Me acerco a uno de los tantos coches que hay parados en la calzada con un conductor histérico al volante. Premeditadamente, voy a un coche ocupado sólo con una persona.
Toco a su ventanilla, enseñándole la placa, y él baja la ventanilla.
Hombre: ¿Qué quiere, agente?
Joe: Su coche.
Hombre: ¿Qué? ¿Está usted loco?
Joe: Mira, majadero, si digo que quiero tu coche, es que quiero tu coche, así que no me toques más las pelotas, ¿estamos?
Abro de un tirón la puerta y le lanzo al suelo, a lo que responde con un quejido.
Joe: No te habría tirado al suelo si hubieses llevado el cinturón, capullo.
Les indico con un gesto que suban al coche mientras les espero al lado de la puerta abierta. Micaela sube detrás y Theo hace el amago de subir como conductor. Ahí te has pasado, chico.
Joe: Conduzco yo.
Theo: Pero...
Joe: Conduzco yo. He parado el coche yo, pues conduzco yo. Además, tu no puedes perder un maldito segundo en buscar ese jodido bolso que tanto ansias, cuando choquemos, bájate y búscalo por los alrededores.
Theo: ¿Los alrededores? ¿Sabes lo jodidamente grande que es el puto parque?
Joe: ¿No querías el bolso? Pues búscalo
Theo: ¿Y eso que has dicho antes de tener la boca sucia?
Joe: Ya soy mayor para esas cosas.
Una vez estamos todos en el coche les obligo a abrocharse el cinturón de seguridad, no me gustaría ver sus caras destrozadas en el parabrisas por el choque. Va a ser demencial.
Joe: Ahora veréis cómo hacemos las cosas en Canadá.
Enfilo hacia la furgoneta de ese chiflado, acelerando todo lo que puedo para que la embestida sea brutal, y rezando para no desviarme por el camino.
martes, 18 de agosto de 2009
Confusión
Theo: Me llamo Theo, odio que me llamen Theodore - ésta me la apunto - y me temo que no tengo mucho tiempo para presentaciones. Mira, sé que esto sonará increíble, incluso absurdo, pero vas a tener que creerme, y escucha tú también Micky, - enciendo la radio, quizá digan algo más interesante; y, definitivamente, "Micky" es un apodo hortera - porque esto va para ambos, antes de que llegaráis a mi casa, me ha visitado un hombre, no le conocía de nada, pero él a mí si, es una historia muy larga, digamos que estuve en coma y sufro de amnesia - Dime que es un chiste. Tiene que ser un chiste... - de modo que hay una parte de mi vida que yo mismo desconozco.
Pues bien, este hombre ha venido, me ha contado una historia muy rara, un amigo científico suyo ha hecho un descubrimiento, no sé exactamente qué es, pero al parecer salvará a millones, y todo depende de que yo encuentre un bolso con una cinta y lo entregue en Rock TV a las 8 de hoy - el caso es que, aunque sea un gilipollas, hay algo que me hace creerle - Ese bolso, es de Lillith, de tu compañera de piso, bueno, lo era, ya me entendeis - Micaela vuelve a llorar, qué gilipollas es este tío - y necesito encontrarlo, así que, si vais a ayudarme, perfecto, sino, no os pongáis en mi camino, no necesito que nadie más me entretenga ahora mismo
Le concedo el beneficio de la duda. Que supiese cosas de Lillith me hace sospechar, tengo una corazonada, y llevo los suficientes años en el cuerpo como para saber que debo seguirlas.
Me sobresalto cuando la radio emite un chasquido estático seguido de unas perturbadoras palabras: ...ien me oye? Atención a todas las unidades disponibles, ¡se está procediendo a un tiroteo en Central Park! ¡Envien todas las fuerzas posibles, y ambulancias! ¡Hay heridos y posiblemente haya también muertos!, ¿¡Hola!?
La locura cama a sus anchas en éste bonito día, ya es lo que nos faltaba. Parece que ya tenemos plan de acción.
Central Park no es exactamente mi jursidicción, por otra parte, tampoco me tocaba estar de servicio, así que no quebrantaré ninguna ley si me acerco a echar un vistazo. Cada vez todo huele más a mierda y empiezo a ahogarme. Toca moverse. De nuevo.
Me pongo en pie, sujetando todavía a Micaela, que ya va tranquilizándose, o como mínimo, está dejando de llorar. La comprendo totalmente. Cuando aquel puto borracho se llevó por delante a Holly pasé noches, y días, enteros llorando, sin salir de mi habitación, sin apenas probar bocado...
Y vuelvo a divagar. Estoy demasiado viejo, demasiado gordo y demasiado cansado para continuar a este ritmo durante mucho tiempo. Acabaré necesitando otra pastilla pronto, ya lo verás.
Joe: Theodore, - ésto se lo digo aposta, por listillo - nos vamos a Central Park. Puedes acompañarnos o no, pero la chica viene conmigo. Lo siento, pero no creo que tu casa sea segura y Micaela es un testigo importante en todo éste asunto, no pienso abandonarla a su suerte con todo el mundo tan loco como está hoy.
Micaela: Gracias, Joe... Significa mucho para mí... - mira a Theodore - Por favor, Theo, ven con nosotros. Quizá encuentres algo de lo que buscas, y con Joe estarás protegido, de verdad. - me aprieta el brazo con fuerza - No quiero volver a perderte de vista...
Evidentemente, Theo acepta venir. ¿Quién rehusaría una invitación de semejante mujer? De todos modos, no puedo evitar sentir cierta hostilidad hacia mí, seguramente por celos. Y, si es así, sólo evidenciaría su estupidez, porque hay que ser un estúpido para estar celoso de un viejo acabado.
Nos echamos los tres a la calle. Un rápido vistazo nos convence rápidamente a los tres de que, una vez más, usar un coche es bastante inútil. Sólo espero que el chiflado de Central Park sólo sea un maldito paleto texano, miembro de la Asociación Nacional del Rifle y fruto de la endogamia.
Son peligrosos, aunque a mí me dan risa.
Pues bien, este hombre ha venido, me ha contado una historia muy rara, un amigo científico suyo ha hecho un descubrimiento, no sé exactamente qué es, pero al parecer salvará a millones, y todo depende de que yo encuentre un bolso con una cinta y lo entregue en Rock TV a las 8 de hoy - el caso es que, aunque sea un gilipollas, hay algo que me hace creerle - Ese bolso, es de Lillith, de tu compañera de piso, bueno, lo era, ya me entendeis - Micaela vuelve a llorar, qué gilipollas es este tío - y necesito encontrarlo, así que, si vais a ayudarme, perfecto, sino, no os pongáis en mi camino, no necesito que nadie más me entretenga ahora mismo
Le concedo el beneficio de la duda. Que supiese cosas de Lillith me hace sospechar, tengo una corazonada, y llevo los suficientes años en el cuerpo como para saber que debo seguirlas.
Me sobresalto cuando la radio emite un chasquido estático seguido de unas perturbadoras palabras: ...ien me oye? Atención a todas las unidades disponibles, ¡se está procediendo a un tiroteo en Central Park! ¡Envien todas las fuerzas posibles, y ambulancias! ¡Hay heridos y posiblemente haya también muertos!, ¿¡Hola!?
La locura cama a sus anchas en éste bonito día, ya es lo que nos faltaba. Parece que ya tenemos plan de acción.
Central Park no es exactamente mi jursidicción, por otra parte, tampoco me tocaba estar de servicio, así que no quebrantaré ninguna ley si me acerco a echar un vistazo. Cada vez todo huele más a mierda y empiezo a ahogarme. Toca moverse. De nuevo.
Me pongo en pie, sujetando todavía a Micaela, que ya va tranquilizándose, o como mínimo, está dejando de llorar. La comprendo totalmente. Cuando aquel puto borracho se llevó por delante a Holly pasé noches, y días, enteros llorando, sin salir de mi habitación, sin apenas probar bocado...
Y vuelvo a divagar. Estoy demasiado viejo, demasiado gordo y demasiado cansado para continuar a este ritmo durante mucho tiempo. Acabaré necesitando otra pastilla pronto, ya lo verás.
Joe: Theodore, - ésto se lo digo aposta, por listillo - nos vamos a Central Park. Puedes acompañarnos o no, pero la chica viene conmigo. Lo siento, pero no creo que tu casa sea segura y Micaela es un testigo importante en todo éste asunto, no pienso abandonarla a su suerte con todo el mundo tan loco como está hoy.
Micaela: Gracias, Joe... Significa mucho para mí... - mira a Theodore - Por favor, Theo, ven con nosotros. Quizá encuentres algo de lo que buscas, y con Joe estarás protegido, de verdad. - me aprieta el brazo con fuerza - No quiero volver a perderte de vista...
Evidentemente, Theo acepta venir. ¿Quién rehusaría una invitación de semejante mujer? De todos modos, no puedo evitar sentir cierta hostilidad hacia mí, seguramente por celos. Y, si es así, sólo evidenciaría su estupidez, porque hay que ser un estúpido para estar celoso de un viejo acabado.
Nos echamos los tres a la calle. Un rápido vistazo nos convence rápidamente a los tres de que, una vez más, usar un coche es bastante inútil. Sólo espero que el chiflado de Central Park sólo sea un maldito paleto texano, miembro de la Asociación Nacional del Rifle y fruto de la endogamia.
Son peligrosos, aunque a mí me dan risa.
lunes, 17 de agosto de 2009
Un nuevo jugador
Empujones, codazos, resoplidos y demás muestras de "amor conciudadano" acaban dando su fruto cuando la calle donde vive ese tal Theo aparece entre nosotros. Durante el arduo trayecto a pie Micaela se ha tranquilizado un poco, aunque sé que es la calma antes de la tempestad, y todavía queda el tema de Lillith.
Intercambiando unas pocas frases durante el camino (siempre nos recomendaron hacer ésto para tranquilizar a secuestrados y rehenes) he averiguado que se apellida Estévez, lo cual la hace todavía más latina, y que es (ésto sí que ha sido una gran sorpresa) cirujana. Casi me arrepiento de no llevarme ningún balazo y estar a su cuidado, la verdad.
Antes siquiera de que alce el puño para tocar a la puerta, ésta se abre, mostrando a un tipo delgaducho , desaliñado, pero, a fin de cuentas, ¿quién soy yo para criticar las pintas de nadie, si voy cubierto de sangre, oliendo a sudor y sangre y sin afeitar?
Theo: ¿Micky?
Mira que mono, le ha puesto un mote de...
¡PLAF!
¡Joder! ¡Le ha cruzado la cara de mala manera!
Micaela: ¡Maldito hijo de puta! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Alza de nuevo la mano para repasarle un poco más la cara, pero la cojo por la muñeca y la acerco a mí, rodeándola por los hombros e inmovilizándole los brazos.
Joe: Vamos, nena, relájate.
Micaela: Yo... Yo... ¡Mierda!
Joe: Tranquila, chica, ya estás a salvo.
La acuno un poco, como cuando Lucy tenía pesadillas y venía llorando a la cama con Holly y conmigo. Lucy... Lucy, preciosa, no te imaginas lo mucho que te echo de menos. Micaela me recuerda tanto a tí...
Joe: Venga, cálmate, tú puedes...
Theo todavía está bastante anonadado. No todos los días un poli a punto de retirarse cubierto de sangre te trae a domicilio una novia desquiciada. La verdad es que tiene un poco cara de pardillo. Lo dicho, las mejores chicas siempre se quedan con los mayores perdedores. Por eso Holly me escogió a mí...
Joe: Theodore, ¿tu casa es segura?
Me mira con cara extrañada. Joder, definitivamente, es un panoli.
Joe: Déjalo, da igual.
Lo aparto a un lado y meto a Micaela (¿Micky? Me sigue pareciendo muy cursi...) conmigo, no paro hasta llegar a la sala de estar, donde la obligo a sentarse en un destartalado sofá para que descanse un poco. Menuda casa de mierda. Los jóvenes de hoy en día no saben lo que es vivir bien. Saben vivir con dinero y lujos, pero no saben vivir bien con un presupuesto normal. En mis tiempos ésto no pasaba...
Estoy demasiado viejo para éstas cosas, me tiembla el pulso sólo de los nervios acumulados y me encuentro terriblemente cansado.
Theo nos sigue, extrañado. Quizá haya que contarle algo, para que se aclare, más que nada.
Joe: Soy el agente Joe Rockatansky, de la comisaria de Madison, y hoy he repetido tantas veces ésta frase que no quiero volver a decirla en un mes. Soy vecino de tu novia, que a su vez es compañera de piso de Lillith McClaud, como Christopher Lambert en "Los Inmortales", supongo que la conocerás. - acabo de caer en la cuenta de que el personaje se llama MacLeod, pero el pobre diablo parece no haberse dado cuenta de mi error, lo dejaré pasar - A Lillith, me importa una mierda si has visto la película o no. A Lillith la perseguían por presunta alianza con terroristas, pero eran polis falsos. Todo ésto huele mal, si de verdad fuese terrorista habría oído algo en comisaría, y más si es... era... mi vecina.
Micaela: ¿Cómo que "era"? ¿Quieres decir que...?
Joe: Sí, nena, ha muerto. Si te sirve de consuelo, fue rápido. Dijo algo sobre una central antes de morir.
Micaela: ¡No! ¡Lillith no!
Joe: Lo siento, no tenía estómago para decírtelo antes...
Micaela se echa a llorar, absolutamente desconsolada. La verdad es que no es para menos, por muy ajetreado que sea el día a día de cualquier cirujano, y he visto suficientes veces al hospital como para hacerme a la idea, no puede ser ni la mitad de impactante de lo que han sido éstas últimas horas.
Me siento a su lado para tratar de consolarla un poco, y ella llora sobre mi pecho, agarrando con fuerza y furia mi maltrecha camisa...
Joe: ¿Y tú? ¿Puedes arrojar algo de luz sobre todo éste montón de mierda?
A ver qué me dice el panoli de Theo...
Intercambiando unas pocas frases durante el camino (siempre nos recomendaron hacer ésto para tranquilizar a secuestrados y rehenes) he averiguado que se apellida Estévez, lo cual la hace todavía más latina, y que es (ésto sí que ha sido una gran sorpresa) cirujana. Casi me arrepiento de no llevarme ningún balazo y estar a su cuidado, la verdad.
Antes siquiera de que alce el puño para tocar a la puerta, ésta se abre, mostrando a un tipo delgaducho , desaliñado, pero, a fin de cuentas, ¿quién soy yo para criticar las pintas de nadie, si voy cubierto de sangre, oliendo a sudor y sangre y sin afeitar?
Theo: ¿Micky?
Mira que mono, le ha puesto un mote de...
¡PLAF!
¡Joder! ¡Le ha cruzado la cara de mala manera!
Micaela: ¡Maldito hijo de puta! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Alza de nuevo la mano para repasarle un poco más la cara, pero la cojo por la muñeca y la acerco a mí, rodeándola por los hombros e inmovilizándole los brazos.
Joe: Vamos, nena, relájate.
Micaela: Yo... Yo... ¡Mierda!
Joe: Tranquila, chica, ya estás a salvo.
La acuno un poco, como cuando Lucy tenía pesadillas y venía llorando a la cama con Holly y conmigo. Lucy... Lucy, preciosa, no te imaginas lo mucho que te echo de menos. Micaela me recuerda tanto a tí...
Joe: Venga, cálmate, tú puedes...
Theo todavía está bastante anonadado. No todos los días un poli a punto de retirarse cubierto de sangre te trae a domicilio una novia desquiciada. La verdad es que tiene un poco cara de pardillo. Lo dicho, las mejores chicas siempre se quedan con los mayores perdedores. Por eso Holly me escogió a mí...
Joe: Theodore, ¿tu casa es segura?
Me mira con cara extrañada. Joder, definitivamente, es un panoli.
Joe: Déjalo, da igual.
Lo aparto a un lado y meto a Micaela (¿Micky? Me sigue pareciendo muy cursi...) conmigo, no paro hasta llegar a la sala de estar, donde la obligo a sentarse en un destartalado sofá para que descanse un poco. Menuda casa de mierda. Los jóvenes de hoy en día no saben lo que es vivir bien. Saben vivir con dinero y lujos, pero no saben vivir bien con un presupuesto normal. En mis tiempos ésto no pasaba...
Estoy demasiado viejo para éstas cosas, me tiembla el pulso sólo de los nervios acumulados y me encuentro terriblemente cansado.
Theo nos sigue, extrañado. Quizá haya que contarle algo, para que se aclare, más que nada.
Joe: Soy el agente Joe Rockatansky, de la comisaria de Madison, y hoy he repetido tantas veces ésta frase que no quiero volver a decirla en un mes. Soy vecino de tu novia, que a su vez es compañera de piso de Lillith McClaud, como Christopher Lambert en "Los Inmortales", supongo que la conocerás. - acabo de caer en la cuenta de que el personaje se llama MacLeod, pero el pobre diablo parece no haberse dado cuenta de mi error, lo dejaré pasar - A Lillith, me importa una mierda si has visto la película o no. A Lillith la perseguían por presunta alianza con terroristas, pero eran polis falsos. Todo ésto huele mal, si de verdad fuese terrorista habría oído algo en comisaría, y más si es... era... mi vecina.
Micaela: ¿Cómo que "era"? ¿Quieres decir que...?
Joe: Sí, nena, ha muerto. Si te sirve de consuelo, fue rápido. Dijo algo sobre una central antes de morir.
Micaela: ¡No! ¡Lillith no!
Joe: Lo siento, no tenía estómago para decírtelo antes...
Micaela se echa a llorar, absolutamente desconsolada. La verdad es que no es para menos, por muy ajetreado que sea el día a día de cualquier cirujano, y he visto suficientes veces al hospital como para hacerme a la idea, no puede ser ni la mitad de impactante de lo que han sido éstas últimas horas.
Me siento a su lado para tratar de consolarla un poco, y ella llora sobre mi pecho, agarrando con fuerza y furia mi maltrecha camisa...
Joe: ¿Y tú? ¿Puedes arrojar algo de luz sobre todo éste montón de mierda?
A ver qué me dice el panoli de Theo...
domingo, 16 de agosto de 2009
Ángel asustado
Una gran bola sube desde mi estómago y... ¡BLERGHS! Acabo de vomitar hasta el último rollito de primarvera que he comido en toda mi vida. Quizá no debería haberme tomado dos patillas...
Con las rodillas temblándome, consigo levantarme a duras penas, y guardo el arma en el bolsillo de mi pantalón. Menudas pintas que debo de llevar...
Hay poco tiempo para registrar el piso, tengo que encontrar a la chica y llevármela cuanto más rápido mejor. Tambaleándome, avanzo por todas las habitaciones, buscando en vano. Es posible que ni tan siquiera estuviese en casa. Pero, de ser así, volvería a saber cuándo y la matarían sin que pudiese hacer nada por evitarlo. No pienso dejar que se repita algo parecido a lo de Holly.
Voy por mi segunda pasada cuando oigo un sonsonete lejano. Avanzo deprisa, intentando encontrar la fuente de la débil música. Para cuando entro en el dormitorio, el sonido a cesado. Parecía la melodía de un móvil. La habitación está vacía, debajo de la cama no puede estar y... ¡El armario! Es posible que esté en el armario ropero que hay a mi derecha. Total, no pierdo nada por echar un vistazo.
Lo abro y encuentro a una chica acuclillada con un móvil entre las manos.
Chica: Maldito seas, Theo...
Es una chica de aspecto latino, morena y con unos curiosos ojos color aguamarina.
Joe: Sé que éste no es el aspecto que esperabas de tu príncipe salvador, pero soy de los buenos. Agente Joe Rockatansky, de la comisaría de Madison.
Chica: Pero... Yo...
Joe: Sí, ya sé lo de Lillith y lo de los terroristas. Algo en todo ese asunto apesta, y quiero llegar hasta el fondo de esta mierda. Y si muero por el camino, quiero saber que hice todo lo posible por llegar hasta el final. Si no me crees, he dejado un bonito fiambre de poli falso ahí afuera. Sea como sea, soy el único en quien puedes confiar.
Chica: Yo... Me llamo Micaela.
Joe: Un nombre precioso. ¿Te importa menear el culo y ayudar a éste viejo a salvar el tuyo?
Me tiende una mano para que la ayude a levantarse. Cuando lo hace, contemplo estupefacto que es una auténtica joya latina de larga y oscura melena, como esas chicas que en mi época sólo podían verse en las películas de Clint Eastwood de vaquero. Sus ojos aguamarina atrapan mi mirada y se entreve un cierto gracejo innato que espero tener tiempo de conocer, ya que la situación ahora mismo no es la más indicada para intercambiar chistes.
Un gato anaranjado sale del armario y se frota contra sus piernas. Micaela no tarda en cogerlo en brazos y enfilarse hacia la puerta.
Joe: Deja al gato.
Micaela: Pero le prometí a Lillith que lo cuidaría.
Joe: No creo que ha Lillith le importe mucho que cuides de su gato. Además, sabrá cómo cuidarse, los gatos son listos.
Micaela: ¿¿¿Le ha pasado algo a Lillith???
Joe: Chica, será mejor que no pienses en esas cosas, el mundo está especialmente loco hoy.
La rodeo por el hombro con un brazo y la obligo a apoyar la cabeza en mi pecho mientras nadamos hacia la puerta.
Joe: Sé que mi sobaco huele bastante mal, pero seguro que lo prefieres a ver la escabechina que hemos montado ahí afuera.
Buena excusa para que no vea el cadáver reventado de su compañera, viejo...
Una vez llegamos a las escaleras, trotamos hasta la calle. Bueno, yo más bien me dejo caer, todavía no estoy totalmente recuperado.
Coger el coche supondría no poder ni sacarlo de su plaza de aparcamiento, y ello supondría un suicidio inmediato. De Kenneth mejor me olvido, a saber dónde estará a estas alturas. Mejor ir a pie, pero... ¿A dónde?
Joe: Micaela, ¿tienes novio?
Micaela: ¿Cómo?
Joe: No pienso ponerme a flirtear contigo, necesito saber si podemos usar su casa como piso franco.
Micaela: Sí, llevo saliendo nueve meses con Theo.
Muy bien. Me alegro mucho por ellos. Si llevan nueve meses cabe la pequeña posibilidad de que no lo hayan rastreado y podamos estar seguros temporalmente en su piso.
Joe: Ojalá duréis mucho más tiempo. ¿Dónde vive?
Micaela: Vive en un piso de la esquina del cruce de la Tercera avenida con la 23.
¿La Tercera con la 23? Eso está a unas pocas manzanas de aquí. Pues allá que vamos. Me abrocho la chaqueta del uniforme tanto como puedo para tapar las manchas de sangre. Camuflarse entre la multitud vale de bastante poco si te haces destacar con esos "pequeños" detalles. A ver qué tal es ese Theo. No es por ser machista, pero las chicas más bonitas siempre se van con los tipos más lelos, y Micaela es verdaderamente bonita.
Maldita sea, viejo, ya estás divagando otra vez...
Con las rodillas temblándome, consigo levantarme a duras penas, y guardo el arma en el bolsillo de mi pantalón. Menudas pintas que debo de llevar...
Hay poco tiempo para registrar el piso, tengo que encontrar a la chica y llevármela cuanto más rápido mejor. Tambaleándome, avanzo por todas las habitaciones, buscando en vano. Es posible que ni tan siquiera estuviese en casa. Pero, de ser así, volvería a saber cuándo y la matarían sin que pudiese hacer nada por evitarlo. No pienso dejar que se repita algo parecido a lo de Holly.
Voy por mi segunda pasada cuando oigo un sonsonete lejano. Avanzo deprisa, intentando encontrar la fuente de la débil música. Para cuando entro en el dormitorio, el sonido a cesado. Parecía la melodía de un móvil. La habitación está vacía, debajo de la cama no puede estar y... ¡El armario! Es posible que esté en el armario ropero que hay a mi derecha. Total, no pierdo nada por echar un vistazo.
Lo abro y encuentro a una chica acuclillada con un móvil entre las manos.
Chica: Maldito seas, Theo...
Es una chica de aspecto latino, morena y con unos curiosos ojos color aguamarina.
Joe: Sé que éste no es el aspecto que esperabas de tu príncipe salvador, pero soy de los buenos. Agente Joe Rockatansky, de la comisaría de Madison.
Chica: Pero... Yo...
Joe: Sí, ya sé lo de Lillith y lo de los terroristas. Algo en todo ese asunto apesta, y quiero llegar hasta el fondo de esta mierda. Y si muero por el camino, quiero saber que hice todo lo posible por llegar hasta el final. Si no me crees, he dejado un bonito fiambre de poli falso ahí afuera. Sea como sea, soy el único en quien puedes confiar.
Chica: Yo... Me llamo Micaela.
Joe: Un nombre precioso. ¿Te importa menear el culo y ayudar a éste viejo a salvar el tuyo?
Me tiende una mano para que la ayude a levantarse. Cuando lo hace, contemplo estupefacto que es una auténtica joya latina de larga y oscura melena, como esas chicas que en mi época sólo podían verse en las películas de Clint Eastwood de vaquero. Sus ojos aguamarina atrapan mi mirada y se entreve un cierto gracejo innato que espero tener tiempo de conocer, ya que la situación ahora mismo no es la más indicada para intercambiar chistes.
Un gato anaranjado sale del armario y se frota contra sus piernas. Micaela no tarda en cogerlo en brazos y enfilarse hacia la puerta.
Joe: Deja al gato.
Micaela: Pero le prometí a Lillith que lo cuidaría.
Joe: No creo que ha Lillith le importe mucho que cuides de su gato. Además, sabrá cómo cuidarse, los gatos son listos.
Micaela: ¿¿¿Le ha pasado algo a Lillith???
Joe: Chica, será mejor que no pienses en esas cosas, el mundo está especialmente loco hoy.
La rodeo por el hombro con un brazo y la obligo a apoyar la cabeza en mi pecho mientras nadamos hacia la puerta.
Joe: Sé que mi sobaco huele bastante mal, pero seguro que lo prefieres a ver la escabechina que hemos montado ahí afuera.
Buena excusa para que no vea el cadáver reventado de su compañera, viejo...
Una vez llegamos a las escaleras, trotamos hasta la calle. Bueno, yo más bien me dejo caer, todavía no estoy totalmente recuperado.
Coger el coche supondría no poder ni sacarlo de su plaza de aparcamiento, y ello supondría un suicidio inmediato. De Kenneth mejor me olvido, a saber dónde estará a estas alturas. Mejor ir a pie, pero... ¿A dónde?
Joe: Micaela, ¿tienes novio?
Micaela: ¿Cómo?
Joe: No pienso ponerme a flirtear contigo, necesito saber si podemos usar su casa como piso franco.
Micaela: Sí, llevo saliendo nueve meses con Theo.
Muy bien. Me alegro mucho por ellos. Si llevan nueve meses cabe la pequeña posibilidad de que no lo hayan rastreado y podamos estar seguros temporalmente en su piso.
Joe: Ojalá duréis mucho más tiempo. ¿Dónde vive?
Micaela: Vive en un piso de la esquina del cruce de la Tercera avenida con la 23.
¿La Tercera con la 23? Eso está a unas pocas manzanas de aquí. Pues allá que vamos. Me abrocho la chaqueta del uniforme tanto como puedo para tapar las manchas de sangre. Camuflarse entre la multitud vale de bastante poco si te haces destacar con esos "pequeños" detalles. A ver qué tal es ese Theo. No es por ser machista, pero las chicas más bonitas siempre se van con los tipos más lelos, y Micaela es verdaderamente bonita.
Maldita sea, viejo, ya estás divagando otra vez...
Central
Antes siquiera de haber cavilado cualquiera de las opciones, el estómago de la chica se abre con estruendo y la sangre golpea con violencia contra mí, contra las paredes, contra Kenneth. Sólo consigue murmurar "central" antes de morir... Kenneth sale disparado tras el asesino, oculto al final del pasillo, más en un arranque de furia que otra cosa, pienso yo, dejándome con un precioso cadáver y feo moribundo. Bonito percal.
El corazón me va a estallar dentro del pecho si ésto sigue así. Alzo el puño y golpeo sin clemencia al falso poli agonizante, sientiendo cómo el tabique nasal se hace añicos bajo mis dedos, notando su sangre tibia en mi mano. Inmediatamente después del golpe, se desploma. No sé si está desmayado o está muerto. Me importa un carajo.
Y es entonces cuando me sacude el dolor. Todos mis músculos se tensan hasta lo inhumano en un rictus doloroso, el pecho me arde, las articulaciones se me atrofian. Angina de pecho. Rezo al Señor para que sea anginade pecho. Es un momento demasiado jodido para que me de un puto ataque al corazón.
Caigo redondo al suelo, retorciéndome, sollozando más incluso que la ya difunta Lillith, oleadas de dolor me recorren desde los pies hasta cabeza, es como si me clavasen navajas en el corazón.
¡Las pastillas! ¡Tengo que llegar a las pastillas que hay en la cocina!
Venga, vamos, maldito viejo, tienes que llegar, tienes que seguir vivo para aclarar toda esta mierda. Joder, y mira que el médico me dijo que nada de comida china... Si no me muero ahora, me matará él mismo.
Acuclillado, trastabillando, entro en mi piso y me arrastro hasta la cocina. Vamos, abuelete, ya estás cerca. No sé si del final de tu vida o del dolor, pero, sea como sea, estás cerca.
Casi repto sobre el suelo, pasando a través de diversas puertas hasta que... Hasta que... ¡Veo la cocina! Venga, venga, venga, ¡vamos! ¡Sólo está a medio metro! Se me nubla la vista, tengo los pensamientos enturbiados, por un momento contemplo la posibilidad de dejarme vencer, de abandonar éste mundo. Total, Holly ya no está aquí, no volverá nunca. ¡No! ¡Debo seguir vivo! ¡Se lo debo a Lucy y a Dave! Nunca, nunca debo olvidar a mis hijos.
Alargo temblorosamente la mano y agarro con violencia el frasco de pastillas, que abro sin contemplaciones, tirando unas pocas pastillas al suelo. Cojo dos de ellas y las trago con dificultad. Si hubiese tragado cristales rotos me habría dolido menos. Y ahí me quedo, en el suelo, medio tumbado, medio sentado. Esperando mi destino...
Unos minutos más tarde, el dolor ha terminado. No he muerto. Sigo aquí. Van a hacer falta muchos más asesinos de polis para sacarme de éste mundo. Aunque... Je,je,je... Las pastillas son un medicamento derivado del... Es que me parto cuando lo recuerdo... Es un derivado opiáceo... ¡Ja,ja,ja,ja,ja! ¡Joder, estoy colocado! Todo va más lento, siento con fuerza el aire que respiro...
Un chasquido de estática me hace tener lo que los alcohólicos llaman "un momento de lucidez". Es la radio de la poli. Están transmitiendo a toda mecha algo sobre... ¡Joder! ¡Se me había olvidado! ¡La compañera de Lillith! ¡Si vienen aquí esos hijos de puta la acribillarán sin remordimiento algo!
Sudoroso, con la camisa pegada al cuerpo tanto por el sudor como por la sangre, me levanto, tambaleante, y voy andando como un jodido zombi hacia el vestíbulo. Eso sí, antes, me guardo el bote de las pastillas, que seguro lo necesitaré varias veces, y la radio de la policía, la cual apago momentáneamente.
Apoyándome costosamente en las paredes, recorro tan rápido como puedo los escasos metros que separan ambos pisos. Hay algo extrañamente gracioso en todo esto que no sé enfocar... Supongo que será cosa de los medicamentos... ¡Tengo que despejarme la cabeza, demonios!
Finalmente llego a su puerta. Toco insitentemente, pero nadie me bare. Joder, normal, con todo el jaleo que hemos organizado en cinco minutos aquí fuera, a saber quién es el guapo que abre ahora ninguna puerta. Empuño a Joyce y... Un momento... Ésta no es Joy... Aaah... Joder, Joyce está en mi pistolera, ésta es el arma del poli falso. Es igual, el caso es que dispara ¿no? Pues eso es lo que busco. Empuño el arma y la apunto contra la cerradura.
¡BLAM!
La puerta se abre casi como quejándose, humenado a través de su recién abierto y astillado agujero. La cabeza me da vueltas. Caigo de rodillas al suelo, mareado. Tengo que encontrar como sea a la chica, tengo que salvarla.
Pero me encuentro tremendamente mal. Todo va muy lento, y todo da vueltas. Definitivamente, hay algo que funciona mal dentro de mí...
El corazón me va a estallar dentro del pecho si ésto sigue así. Alzo el puño y golpeo sin clemencia al falso poli agonizante, sientiendo cómo el tabique nasal se hace añicos bajo mis dedos, notando su sangre tibia en mi mano. Inmediatamente después del golpe, se desploma. No sé si está desmayado o está muerto. Me importa un carajo.
Y es entonces cuando me sacude el dolor. Todos mis músculos se tensan hasta lo inhumano en un rictus doloroso, el pecho me arde, las articulaciones se me atrofian. Angina de pecho. Rezo al Señor para que sea anginade pecho. Es un momento demasiado jodido para que me de un puto ataque al corazón.
Caigo redondo al suelo, retorciéndome, sollozando más incluso que la ya difunta Lillith, oleadas de dolor me recorren desde los pies hasta cabeza, es como si me clavasen navajas en el corazón.
¡Las pastillas! ¡Tengo que llegar a las pastillas que hay en la cocina!
Venga, vamos, maldito viejo, tienes que llegar, tienes que seguir vivo para aclarar toda esta mierda. Joder, y mira que el médico me dijo que nada de comida china... Si no me muero ahora, me matará él mismo.
Acuclillado, trastabillando, entro en mi piso y me arrastro hasta la cocina. Vamos, abuelete, ya estás cerca. No sé si del final de tu vida o del dolor, pero, sea como sea, estás cerca.
Casi repto sobre el suelo, pasando a través de diversas puertas hasta que... Hasta que... ¡Veo la cocina! Venga, venga, venga, ¡vamos! ¡Sólo está a medio metro! Se me nubla la vista, tengo los pensamientos enturbiados, por un momento contemplo la posibilidad de dejarme vencer, de abandonar éste mundo. Total, Holly ya no está aquí, no volverá nunca. ¡No! ¡Debo seguir vivo! ¡Se lo debo a Lucy y a Dave! Nunca, nunca debo olvidar a mis hijos.
Alargo temblorosamente la mano y agarro con violencia el frasco de pastillas, que abro sin contemplaciones, tirando unas pocas pastillas al suelo. Cojo dos de ellas y las trago con dificultad. Si hubiese tragado cristales rotos me habría dolido menos. Y ahí me quedo, en el suelo, medio tumbado, medio sentado. Esperando mi destino...
Unos minutos más tarde, el dolor ha terminado. No he muerto. Sigo aquí. Van a hacer falta muchos más asesinos de polis para sacarme de éste mundo. Aunque... Je,je,je... Las pastillas son un medicamento derivado del... Es que me parto cuando lo recuerdo... Es un derivado opiáceo... ¡Ja,ja,ja,ja,ja! ¡Joder, estoy colocado! Todo va más lento, siento con fuerza el aire que respiro...
Un chasquido de estática me hace tener lo que los alcohólicos llaman "un momento de lucidez". Es la radio de la poli. Están transmitiendo a toda mecha algo sobre... ¡Joder! ¡Se me había olvidado! ¡La compañera de Lillith! ¡Si vienen aquí esos hijos de puta la acribillarán sin remordimiento algo!
Sudoroso, con la camisa pegada al cuerpo tanto por el sudor como por la sangre, me levanto, tambaleante, y voy andando como un jodido zombi hacia el vestíbulo. Eso sí, antes, me guardo el bote de las pastillas, que seguro lo necesitaré varias veces, y la radio de la policía, la cual apago momentáneamente.
Apoyándome costosamente en las paredes, recorro tan rápido como puedo los escasos metros que separan ambos pisos. Hay algo extrañamente gracioso en todo esto que no sé enfocar... Supongo que será cosa de los medicamentos... ¡Tengo que despejarme la cabeza, demonios!
Finalmente llego a su puerta. Toco insitentemente, pero nadie me bare. Joder, normal, con todo el jaleo que hemos organizado en cinco minutos aquí fuera, a saber quién es el guapo que abre ahora ninguna puerta. Empuño a Joyce y... Un momento... Ésta no es Joy... Aaah... Joder, Joyce está en mi pistolera, ésta es el arma del poli falso. Es igual, el caso es que dispara ¿no? Pues eso es lo que busco. Empuño el arma y la apunto contra la cerradura.
¡BLAM!
La puerta se abre casi como quejándose, humenado a través de su recién abierto y astillado agujero. La cabeza me da vueltas. Caigo de rodillas al suelo, mareado. Tengo que encontrar como sea a la chica, tengo que salvarla.
Pero me encuentro tremendamente mal. Todo va muy lento, y todo da vueltas. Definitivamente, hay algo que funciona mal dentro de mí...
sábado, 15 de agosto de 2009
Saurio Tirano Rey
La cosa está fea. Todo se está torciendo como nunca antes he visto torcerse algo en tan poco tiempo. Yo sólo estaba viendo Casablanca, ¿en qué punto he llegado a la situación de lidiar contra polis falsos por una mujer con ayuda de un desconocido? Me estoy haciendo viejo...
Y el desconocido, el poli negro... Sé que es un poli, lo huelo. Soy un perro viejo y tengo olfato para éstas cosas. Otro asunto es que sea un poli corrupto, esos son más difíciles de detectar.
Necesito su ayuda, dos cabezas piensan mejor que una.
Joe: ¿Puedes hacer algo?
Poli negro: Claro.
Con un rápido movimiento me apunta y dispara. ¡Jesús! ¡Por Cristo bendito! No iba a por mí, iba a por el cabrón que tengo encañonado, aunque le ha dado a la pared. Sí, en un informe podría decirse que era un disparo de alerta, pero eso no es lo que he visto en sus ojos. Iba a por él. No quería avisarlo, quería atravesarlo como a un cerdo...
El bastardo que ha salvado la vida por poco se está poniendo nervioso. Lo mejor será quitármelo de encima. Puede que sea demasiado mayor para estos trotes, pero que el Diablo me lleve si no sé dar una buena hostia en la cara. Alzo el puño, cargo un poco y... ¡Se me escapa!
¡Maldición! ¡Mierda, mierda, mierda y mil veces mierda! ¡Se va a escapar! Por puro instinto empuño de nuevo el arma "confiscada" y abro fuego.
¡BLAM!
El pobre desgraciado se desploma en el suelo, entre espamos y borbotones de sangre.
Joe: De ese ya no sacamos información...
Pobre diablo, era un desgraciado, lo sé, pero no merecía acabar así. Acribillado por un viejo en un vestíbulo, ¿qué pondrá en su epitafio? ¿"No supo protegerse el culo"?
El otro poli falso está hecho un mar de nervios, como un poli novato el primer día de ronda en la calle. Le tiembla el cuerpo entero, casi tanto como a la chica. Pega su espalda a la pared, parece que ha aprendido de la experiencia de su compañero muerto. Sigue sujetando a la mujer, aunque el cañón de su pistola ya no está tan clavado en su bonita cabeza.
Como manda el protocolo, me uno al poli desconocido encañonándolo también. Que se sienta intimidado, joder. Mientras me acerco al negro, intento sacarle algo de información, saber si por lo menos es poli.
Joe: Eres poli de verdad, ¿no?
Poli negro: Si, y éstos dos son asesinos de policías, sino no llevarían uniformes reglamentarios, no creo que los vendan en Mango. ¿Y tú, qué eres? Tu cara me suena.
Joe: También soy poli, aunque no estoy de servicio, ¿piensas denunciarme?
Poli negro: Solo si firmas en el informe que le hemos matado en defensa propia.
Los sollozos de la mujer, brevemente parados durante el momento del disparo, se reanudan más violentamente si cabe, como si acabse de darse cuenta de que la muerte está ahí, tumbada en el vestíbulo, y que yo, uno de los buenos, la he invitado a comer.
Mientras nos vamos acercando, cada uno por un lado, al asesino de polis, sigo con lo mío.
Joe: Agente Joe Rockatansky, de la comisaría de Madison.
Kenneth: Agente Kenneth, comisaría de Manhattan.
Aquí deberíamos estrecharnos las manos, pero no está el horno para bollos.
Joe: Aunque podamos alegar defensa propia, no me hace mucha gracia.
Kenneth: Creo que podré vivir con ello.
Joe: Vale, pero que conste que ha sido idea tuya.
Tengo que hacer algo. Joder, tengo que hacer algo. Algo desesperado. Tengo que salvar a esa mujer sea como sea, como si tengo que atravesarla de un balazo para darle al hijo de puta. Ésto ya roza lo personal.
El corazón me va a mil por hora, estoy empapado en sudor y noto cómo una gota traicionera me recorre la espalda de arriba a abajo con un escalofrío.
A situaciones desesperadas, soluciones desesperadas.
No tengo otro remedio. Vamos, viejo chocho, tómatelo con calma. Piénsatelo tres veces si hace falta. Llevas años haciendo éstas cosas. Nadie ha batido tus récords en la galería de tiro. Puedes hacerlo, puedes hacerlo, sólo tienes una oportunidad, pero puedes hacerlo. Venga. ¡Venga, joder! ¿¡A qué coño esperas!?
¡BLAM!
El asesino bastardo cae al suelo con un grito, agarrándose el hombro, por el que no para de brotar sangre.
¡Lo conseguí!
Sin dejar de apuntarle, cojo a la chica y la empujo hacia mí, poniéndola detrás mío. Joder, no puedo creerme que lo haya conseguido. Es impresionante. El Tiranosaurio aún sabe cómo morder.
Mientras Kenneth sigue apuntando a ese cabrón, que se retuerce, gime, y grita en el suelo, cojo rápidamente a Joyce y la devuelvo a su pistolera. La chica me abraza y sigue llorando, pobre degraciada.
Entre los gemidos lastimeros del asesino se escucha la melodía de un móvil, el de Kenneth. Éste responde, mateniendo una conversación corta con frases austeras y duras. La cara que me pone no es excesivamente alentadora.
Y, desde luego, cuando me dice lo que pasa, tampoco es que me apetezca dar saltos de alegría.
Viene una comisaría entera a por la chica. Resulta que se llama Lillith McClaud y es periodista. Joder, y yo que pensaba que era estudiante. Hay que ver cómo se conservan las mujeres en estos días...
Me estoy desviando del tema, joder. Vienen un montón de polis a por Lillith porque la persiguen desde ayer por presuntas alianzas con terroristas.
Pero... Si la chica estaba tan cerca de mí... ¿Por qué no oí nada en mi comisaría? Y aunque no estuviese cerca de mí, los presuntos terroristas siempre aparecen anunciados en todas las comisarías del puto país.
No, definitivamente aquí pasa algo raro. Hay gato encerrado y es posible que esté muerto. Algo apesta.
Podemos quedarnos aquí y esperar a la pasma o subir corriendo al coche patrulla que tiene Kenneth abajo y ver qué nos depara el destino...
Parece una decisión fácil, pero no lo es...
Y el desconocido, el poli negro... Sé que es un poli, lo huelo. Soy un perro viejo y tengo olfato para éstas cosas. Otro asunto es que sea un poli corrupto, esos son más difíciles de detectar.
Necesito su ayuda, dos cabezas piensan mejor que una.
Joe: ¿Puedes hacer algo?
Poli negro: Claro.
Con un rápido movimiento me apunta y dispara. ¡Jesús! ¡Por Cristo bendito! No iba a por mí, iba a por el cabrón que tengo encañonado, aunque le ha dado a la pared. Sí, en un informe podría decirse que era un disparo de alerta, pero eso no es lo que he visto en sus ojos. Iba a por él. No quería avisarlo, quería atravesarlo como a un cerdo...
El bastardo que ha salvado la vida por poco se está poniendo nervioso. Lo mejor será quitármelo de encima. Puede que sea demasiado mayor para estos trotes, pero que el Diablo me lleve si no sé dar una buena hostia en la cara. Alzo el puño, cargo un poco y... ¡Se me escapa!
¡Maldición! ¡Mierda, mierda, mierda y mil veces mierda! ¡Se va a escapar! Por puro instinto empuño de nuevo el arma "confiscada" y abro fuego.
¡BLAM!
El pobre desgraciado se desploma en el suelo, entre espamos y borbotones de sangre.
Joe: De ese ya no sacamos información...
Pobre diablo, era un desgraciado, lo sé, pero no merecía acabar así. Acribillado por un viejo en un vestíbulo, ¿qué pondrá en su epitafio? ¿"No supo protegerse el culo"?
El otro poli falso está hecho un mar de nervios, como un poli novato el primer día de ronda en la calle. Le tiembla el cuerpo entero, casi tanto como a la chica. Pega su espalda a la pared, parece que ha aprendido de la experiencia de su compañero muerto. Sigue sujetando a la mujer, aunque el cañón de su pistola ya no está tan clavado en su bonita cabeza.
Como manda el protocolo, me uno al poli desconocido encañonándolo también. Que se sienta intimidado, joder. Mientras me acerco al negro, intento sacarle algo de información, saber si por lo menos es poli.
Joe: Eres poli de verdad, ¿no?
Poli negro: Si, y éstos dos son asesinos de policías, sino no llevarían uniformes reglamentarios, no creo que los vendan en Mango. ¿Y tú, qué eres? Tu cara me suena.
Joe: También soy poli, aunque no estoy de servicio, ¿piensas denunciarme?
Poli negro: Solo si firmas en el informe que le hemos matado en defensa propia.
Los sollozos de la mujer, brevemente parados durante el momento del disparo, se reanudan más violentamente si cabe, como si acabse de darse cuenta de que la muerte está ahí, tumbada en el vestíbulo, y que yo, uno de los buenos, la he invitado a comer.
Mientras nos vamos acercando, cada uno por un lado, al asesino de polis, sigo con lo mío.
Joe: Agente Joe Rockatansky, de la comisaría de Madison.
Kenneth: Agente Kenneth, comisaría de Manhattan.
Aquí deberíamos estrecharnos las manos, pero no está el horno para bollos.
Joe: Aunque podamos alegar defensa propia, no me hace mucha gracia.
Kenneth: Creo que podré vivir con ello.
Joe: Vale, pero que conste que ha sido idea tuya.
Tengo que hacer algo. Joder, tengo que hacer algo. Algo desesperado. Tengo que salvar a esa mujer sea como sea, como si tengo que atravesarla de un balazo para darle al hijo de puta. Ésto ya roza lo personal.
El corazón me va a mil por hora, estoy empapado en sudor y noto cómo una gota traicionera me recorre la espalda de arriba a abajo con un escalofrío.
A situaciones desesperadas, soluciones desesperadas.
No tengo otro remedio. Vamos, viejo chocho, tómatelo con calma. Piénsatelo tres veces si hace falta. Llevas años haciendo éstas cosas. Nadie ha batido tus récords en la galería de tiro. Puedes hacerlo, puedes hacerlo, sólo tienes una oportunidad, pero puedes hacerlo. Venga. ¡Venga, joder! ¿¡A qué coño esperas!?
¡BLAM!
El asesino bastardo cae al suelo con un grito, agarrándose el hombro, por el que no para de brotar sangre.
¡Lo conseguí!
Sin dejar de apuntarle, cojo a la chica y la empujo hacia mí, poniéndola detrás mío. Joder, no puedo creerme que lo haya conseguido. Es impresionante. El Tiranosaurio aún sabe cómo morder.
Mientras Kenneth sigue apuntando a ese cabrón, que se retuerce, gime, y grita en el suelo, cojo rápidamente a Joyce y la devuelvo a su pistolera. La chica me abraza y sigue llorando, pobre degraciada.
Entre los gemidos lastimeros del asesino se escucha la melodía de un móvil, el de Kenneth. Éste responde, mateniendo una conversación corta con frases austeras y duras. La cara que me pone no es excesivamente alentadora.
Y, desde luego, cuando me dice lo que pasa, tampoco es que me apetezca dar saltos de alegría.
Viene una comisaría entera a por la chica. Resulta que se llama Lillith McClaud y es periodista. Joder, y yo que pensaba que era estudiante. Hay que ver cómo se conservan las mujeres en estos días...
Me estoy desviando del tema, joder. Vienen un montón de polis a por Lillith porque la persiguen desde ayer por presuntas alianzas con terroristas.
Pero... Si la chica estaba tan cerca de mí... ¿Por qué no oí nada en mi comisaría? Y aunque no estuviese cerca de mí, los presuntos terroristas siempre aparecen anunciados en todas las comisarías del puto país.
No, definitivamente aquí pasa algo raro. Hay gato encerrado y es posible que esté muerto. Algo apesta.
Podemos quedarnos aquí y esperar a la pasma o subir corriendo al coche patrulla que tiene Kenneth abajo y ver qué nos depara el destino...
Parece una decisión fácil, pero no lo es...
viernes, 14 de agosto de 2009
Alboroto
Todo sucede tan jodidamente rápido que apenas me doy cuenta de lo ocurrido, funciono por puro instinto.
Con el maldito empujón Joyce se me ha caído de las manos, y el malnacido que se me ha encarado no me va a dejar recuperarla por las buenas. Sería gracioso decirle "Eh, chaval, mira, que se me ha caído la pistola y tú llevas una, esto no es igualdad de condiciones", desgraciadamente, la vida nunca es justa.
Es en ese mismo instante en el que el frío cañón de una pistola me mira a los ojos cuando aparece un tercer individuo. Un hombre fornido de etnia negra, también vestido de poli.
Y sé que es un poli. No sé cómo, pero hay algo en él que transpira autoridad, ley, joder, es la puta caballería de la que hablaba antes. Es un ángel venido del cielo. Es Jesucristo pero en negro.
El tío es jodidamente rápido, y distrae a mi atacante lo suficiente para endiñarle un buen golpe en su fea cara y arrebatarle la puta pistola. Ahora soy yo el que te encañona a tí, ¿eh, mamón? ¿Te gusta? ¿Te gusta que te den de tu propia medicina?
El poli negro apunta hacia el bastardo que va a por la pobre chica.
Poli Negro: Ni se te ocurra, hijo de puta, suelta a la chica y a la pistola.
Con un movimiento rápido de cojones, ese desgraciado aprieta el cañón de su pistola contra la cabeza de la chica. Está tan asustada, tan presa del pánico, que es incapaz de hacer nada más aparte de sollozar. Quien le hace eso a una mujer no merece vivir.
Falso Policía 1: No, suelta tú la pistola.
Directa o indirectamente, el negro me ha ayudado, y es hora de que éste viejo poli a punto de retirarse haga cumplir su parte. Cojo por la pechera al falso poli que se ensañaba conmigo y salgo al pasillo apuntándole a la cara.
Joe: Me parece que no, rata con uniforme. Suelta tú esa maldita pistola si no quieres que le haga a tu colega una mirilla en la cara con la que ver tu asqueroso culo lleno de plomo.
Las cartas están echadas. Y ni siquiera estoy de servicio...
Con el maldito empujón Joyce se me ha caído de las manos, y el malnacido que se me ha encarado no me va a dejar recuperarla por las buenas. Sería gracioso decirle "Eh, chaval, mira, que se me ha caído la pistola y tú llevas una, esto no es igualdad de condiciones", desgraciadamente, la vida nunca es justa.
Es en ese mismo instante en el que el frío cañón de una pistola me mira a los ojos cuando aparece un tercer individuo. Un hombre fornido de etnia negra, también vestido de poli.
Y sé que es un poli. No sé cómo, pero hay algo en él que transpira autoridad, ley, joder, es la puta caballería de la que hablaba antes. Es un ángel venido del cielo. Es Jesucristo pero en negro.
El tío es jodidamente rápido, y distrae a mi atacante lo suficiente para endiñarle un buen golpe en su fea cara y arrebatarle la puta pistola. Ahora soy yo el que te encañona a tí, ¿eh, mamón? ¿Te gusta? ¿Te gusta que te den de tu propia medicina?
El poli negro apunta hacia el bastardo que va a por la pobre chica.
Poli Negro: Ni se te ocurra, hijo de puta, suelta a la chica y a la pistola.
Con un movimiento rápido de cojones, ese desgraciado aprieta el cañón de su pistola contra la cabeza de la chica. Está tan asustada, tan presa del pánico, que es incapaz de hacer nada más aparte de sollozar. Quien le hace eso a una mujer no merece vivir.
Falso Policía 1: No, suelta tú la pistola.
Directa o indirectamente, el negro me ha ayudado, y es hora de que éste viejo poli a punto de retirarse haga cumplir su parte. Cojo por la pechera al falso poli que se ensañaba conmigo y salgo al pasillo apuntándole a la cara.
Joe: Me parece que no, rata con uniforme. Suelta tú esa maldita pistola si no quieres que le haga a tu colega una mirilla en la cara con la que ver tu asqueroso culo lleno de plomo.
Las cartas están echadas. Y ni siquiera estoy de servicio...
jueves, 13 de agosto de 2009
Casablanca
Maldita sea. Yo sólo quería ver Casablanca... ¿Por qué tienen que armar tanto follón ahí afuera? Desde mi ventana puedo ver a varios de mis "queridos" compañeros de antidistrubios. Por el momentos son dos o tres, pero sé muy bien que si ésto se descontrola tendrán que mandar una jodida patrulla entera a lidiar con esos malditos chiflados.
Si es que, a la mínima se forma una puta turba predicando el fin de los tiempos...
Joder, adoro ésta película. La he visto miles de veces desde que la estrenaron en cines sonoros, todo un invento en mi época, y sigo emocinándome cuando Rick se descubre solo, junto a a Sam, en la estación del tren. Es un momento jodidamente triste. Me hace pensar en Holly, y eso me entristece todavía más.
Afuera todo sigue igual de loco, parece que han logrado contener un poco la situación, pero ni de lejos ha disminuido la marabunta.
De pronto, oigo un ruido extraño afuera, en el vestíbulo. Podría ser el perro de los Geller, siempre se les escapa una o dos veces por semana.
Más ruidos. No, definitivamente eso no lo hace ningún puto perro. Ni ningún jodido animal. ¡Por Dios bendito, estoy oyendo gritos! No hay ninguna duda, hay una mujer, una de mis vecinas, seguramente, gritando a pleno pulmón.
¡Jesús, parece que la persiguen! Voy corriendo a la sala principal. Ella va tocando todas las puertas, suplicando ayuda. Vamos, viejo, tienes que hacer algo. Maldita sea, ¿dónde coño he puesto a Joyce? Tengo los cargadores en el bolsillo, pero la pistolera está vacía. Vamos, piensa, maldita sea, maldito viejo de los cojones, hay una mujer en apuros y sabes que nadie en el maldito edificio (en la maldita ciudad, seguramente) tiene ganas de jugar a ser el héroe. ¡En la mesita de noche! ¿¡Por qué cojones la puse ahí!? Me estoy haciendo demasiado mayor...
Pero venga, date prisa, joder, de verdad está desesperada, puedo oír sus sollozos desde aquí y ni siquiera está cerca de mi puerta.
Ya tengo a Joyce, está amartillada, le quito el seguro (en esta puta ciudad nunca se sabe), y entonces oigo más voces. Alguien persigue a esa pobre chica. ¡Acaba de tocar a mi puerta! ¿Cómo he podido ser tan lento? El pasillo no es tan largo... Con las prisas me golpeo con el marco de la puerta, con la esquina del sofá, dejarán moretones seguramente, pero da igual.
Abro la puerta a correprisas y allí la veo. Es una de las chicas que se han mudado al piso del fondo del vestíbulo, apenas llevan unos meses en el edificio. Ni tan siquiera sé sus nombres. Parecían buena gente. Ella, concretamente, es la chica castaña (una preciosa melena lisa que le llega poco más de por debajo de los hombros), de rasgos afilados, muy agraciada, la verdad.
Evidentemente, de esa belleza no queda nada en éstos momentos. Está completamente desbocada, la expresión deformada, los ojos hinchados y enrojecidos del llanto y de puro terror. Envuelta en un escueto camisón lleno de trasnparencias, corre descalza en dirección al rellano.
Joe: ¡Chica! ¡La caballería está en camino!
Desde niño siempre he querido decir esa frase, y no sé por qué cojones me ha tenido que salir ahora, el momentos más inapropiado posible.
En ese mismo instante, una mano grande y fuerte me empuja hacia atrás, haciéndome caer de espaldas el suelo, de vuelta a mi piso. Es el tipo que la perseguía. No. Joder. Mierda puta. Son dos. Y... Espera, no he podido ver bien... Sí... Joder, van de uniforme, como yo. ¿Pero quién coño son? ¿Y qué coño quieren de esa pobre chica?
Se acabó, viejo, tienes que hacer lo que hay que hacer por que no hay nadie más para hacerlo.
Tal vez no sea el más indicado para éste trabajo, pero soy el único aquí que puede hacerlo.
Voy a reventar a esos hijos de puta bastardos...
Si es que, a la mínima se forma una puta turba predicando el fin de los tiempos...
Joder, adoro ésta película. La he visto miles de veces desde que la estrenaron en cines sonoros, todo un invento en mi época, y sigo emocinándome cuando Rick se descubre solo, junto a a Sam, en la estación del tren. Es un momento jodidamente triste. Me hace pensar en Holly, y eso me entristece todavía más.
Afuera todo sigue igual de loco, parece que han logrado contener un poco la situación, pero ni de lejos ha disminuido la marabunta.
De pronto, oigo un ruido extraño afuera, en el vestíbulo. Podría ser el perro de los Geller, siempre se les escapa una o dos veces por semana.
Más ruidos. No, definitivamente eso no lo hace ningún puto perro. Ni ningún jodido animal. ¡Por Dios bendito, estoy oyendo gritos! No hay ninguna duda, hay una mujer, una de mis vecinas, seguramente, gritando a pleno pulmón.
¡Jesús, parece que la persiguen! Voy corriendo a la sala principal. Ella va tocando todas las puertas, suplicando ayuda. Vamos, viejo, tienes que hacer algo. Maldita sea, ¿dónde coño he puesto a Joyce? Tengo los cargadores en el bolsillo, pero la pistolera está vacía. Vamos, piensa, maldita sea, maldito viejo de los cojones, hay una mujer en apuros y sabes que nadie en el maldito edificio (en la maldita ciudad, seguramente) tiene ganas de jugar a ser el héroe. ¡En la mesita de noche! ¿¡Por qué cojones la puse ahí!? Me estoy haciendo demasiado mayor...
Pero venga, date prisa, joder, de verdad está desesperada, puedo oír sus sollozos desde aquí y ni siquiera está cerca de mi puerta.
Ya tengo a Joyce, está amartillada, le quito el seguro (en esta puta ciudad nunca se sabe), y entonces oigo más voces. Alguien persigue a esa pobre chica. ¡Acaba de tocar a mi puerta! ¿Cómo he podido ser tan lento? El pasillo no es tan largo... Con las prisas me golpeo con el marco de la puerta, con la esquina del sofá, dejarán moretones seguramente, pero da igual.
Abro la puerta a correprisas y allí la veo. Es una de las chicas que se han mudado al piso del fondo del vestíbulo, apenas llevan unos meses en el edificio. Ni tan siquiera sé sus nombres. Parecían buena gente. Ella, concretamente, es la chica castaña (una preciosa melena lisa que le llega poco más de por debajo de los hombros), de rasgos afilados, muy agraciada, la verdad.
Evidentemente, de esa belleza no queda nada en éstos momentos. Está completamente desbocada, la expresión deformada, los ojos hinchados y enrojecidos del llanto y de puro terror. Envuelta en un escueto camisón lleno de trasnparencias, corre descalza en dirección al rellano.
Joe: ¡Chica! ¡La caballería está en camino!
Desde niño siempre he querido decir esa frase, y no sé por qué cojones me ha tenido que salir ahora, el momentos más inapropiado posible.
En ese mismo instante, una mano grande y fuerte me empuja hacia atrás, haciéndome caer de espaldas el suelo, de vuelta a mi piso. Es el tipo que la perseguía. No. Joder. Mierda puta. Son dos. Y... Espera, no he podido ver bien... Sí... Joder, van de uniforme, como yo. ¿Pero quién coño son? ¿Y qué coño quieren de esa pobre chica?
Se acabó, viejo, tienes que hacer lo que hay que hacer por que no hay nadie más para hacerlo.
Tal vez no sea el más indicado para éste trabajo, pero soy el único aquí que puede hacerlo.
Voy a reventar a esos hijos de puta bastardos...
miércoles, 12 de agosto de 2009
Malas noticias
Avance Informativo
*****encabezado musical*******
Hace varias semanas que hablamos de ello pero al fin tenemos noticias claras del asunto que a todos nos preocupa.
Como todos hemos comprobado desde hace varias semanas, a aparecido en el cielo una nueva fuente de luz, el "nuevo sol" como se le denominó en todos los noticiarios. Día a día lo hemos visto crecer desde el tamaño de una estrella intrusa más hasta el tamaño actual semejante al de la luna.
Tras filtraciones en las comunicaciones de máximo secreto entre gobiernos, se ha sabido que dicha luz procede del reflejo de la luz solar sobre un cometa y su estela que se dirigen, de manera infranqueable, hacia la tierra. Los gobiernos -se sabe también a través de la filtración- han firmado un acuerdo global de "desarme" en el cual van a lanzar todos sus misiles y armas más destructivas a la cabeza del cometa.
Parece ser que se han ubicado lanzaderas a lo largo de todas las zonas del meridiano del ecuador para lanzar misiles incansablemente durante todo el tiempo, sea cual sea la posición de la tierra respecto al cometa. Por lo visto se han ubicado en Africa Central, Venezuela, CostaRica, El Salvador, Nicaragua, Perú, la zona inferior de Asia, Japón y desde estaciones petrolíferas del oceano Pacífico, Atlántico e Índico.
La iglesia a proclamado que todos sus obispos, párrocos y devotos han hecho voto de silencio, salvo su señoría el Papa que trasmitirá misas y discursos varias veces al día desde un nuevo canal ubicado especialmente para estos días. Desde aquí pedir a la población que haga acopio de elementos de primera necesidad por lo que pueda suceder.
Seguiremos informando.
Como todos hemos comprobado desde hace varias semanas, a aparecido en el cielo una nueva fuente de luz, el "nuevo sol" como se le denominó en todos los noticiarios. Día a día lo hemos visto crecer desde el tamaño de una estrella intrusa más hasta el tamaño actual semejante al de la luna.
Tras filtraciones en las comunicaciones de máximo secreto entre gobiernos, se ha sabido que dicha luz procede del reflejo de la luz solar sobre un cometa y su estela que se dirigen, de manera infranqueable, hacia la tierra. Los gobiernos -se sabe también a través de la filtración- han firmado un acuerdo global de "desarme" en el cual van a lanzar todos sus misiles y armas más destructivas a la cabeza del cometa.
Parece ser que se han ubicado lanzaderas a lo largo de todas las zonas del meridiano del ecuador para lanzar misiles incansablemente durante todo el tiempo, sea cual sea la posición de la tierra respecto al cometa. Por lo visto se han ubicado en Africa Central, Venezuela, CostaRica, El Salvador, Nicaragua, Perú, la zona inferior de Asia, Japón y desde estaciones petrolíferas del oceano Pacífico, Atlántico e Índico.
La iglesia a proclamado que todos sus obispos, párrocos y devotos han hecho voto de silencio, salvo su señoría el Papa que trasmitirá misas y discursos varias veces al día desde un nuevo canal ubicado especialmente para estos días. Desde aquí pedir a la población que haga acopio de elementos de primera necesidad por lo que pueda suceder.
Seguiremos informando.
*****encabezado musical*******
La alarma de mi radio-despertador me despierta con esa genial noticia. Vaya por Dios, qué maravilla.
En breves la ciudad se llenará de chiflados, predicadores y demás escoria social. Seguro que en un par de horas será prácticamente imposible bajar a la calle.
Mientras me ducho decido no afeitarme, ¿qué más dará un poco de barba? Todo este maldito asunto me ha pillado con la nevera vacía. Ojalá Holly estuviese aquí...
Desde la ventana puedo ver la maldita cola del supermercado. Demonios, debe de estar todo acabándose a un ritmo demencial. Si quiero comer algo decente en los próximos días será mejor aprovisionarme ya, conozco estas situaciones.
Enciendo el ordenador, maldito trasto, la tecnología terminó con la pizza congelada, y entro en Google (mi hijo hizo no-se-qué para que saliese solo al encender el trasto del demonio antes de irse), a ver si encuentro la página del supermercado.
Bingo. Dos horas más tarde, habiendo desayunado los restos de la cena de anoche (comida china, mi médico me va a matar), tengo listo el pedido de comida y algo de agua mineral, además de una buena botella de bourbon. Si se va a acabar el mundo, que lo dudo, prefiero hacerlo con clase.
Será cosa de vestirme, el uniforme está arrugado, pero, qué demonios, tampoco estoy afeitado. Llevo la placa, mi Zippo (creo que está medio cargado, pero tampoco lo uso tanto como para mirar cada dos por tres cómo va de combustible), y a Joyce.
¿Qué cojones? Mierda, la pequeña Joy está descargada desde hace una semana, ni me acordaba. El sargento me dió una nueva dirección donde encargar más municiones. Está bien, volveré a lidiar con ese maldito trasto.
Media hora más tarde queda apenas una hora para que llegue mi encargo del supermercado a casa y me han informado de que ya puedo recoger mis municiones en comisaría. También es normal, sólo he pedido tres cargadores y hay de sobra en la armería.
Antes de bajar a la calle miro el panorama por la ventana. Joder, está a rebosar de lunáticos. Se está descontrolando a un ritmo demencial, al menos en ésta zona. La comisaría está a una manzana de mi casa (en Madison Avenue, cruce con la 26), así que, aunque empujando, puedo ir a pie. El uniforme hace mucho entre el populacho.
Una vez allí, esquivo a tantos compañeros como puedo. Gracias al cielo que todas las centralitas están a rebosar de mensajes y yo no estoy de servicio. Me dirijo a la armería, donde me espera Riggs, uno de los pocos tipos decentes en todo este puto antro.
Riggs: Rockatansky, cuánto tiempo sin verte, cariño.
Joe: Vete a la mierda, Marty, ya sabes que te quiero sólo por tus armas.
Riggs: Oh, vaya. ¿Sólo deseas mi gran cañón?
Joe: No te pases, chico. Aunque de mente abierta, sigo siendo un viejo, y hay cosas a las que nunca me acostumbraré.
Riggs: Ya, como a navegar por Internet, ¿no? Te he visto, has estado media hora dando vueltas sóo en la página principal.
Joe: Antes todo era más fácil. Llamabas por teléfono y te lo apuntaban en una lista. Como en la cuenta del bar.
Riggs: Sí, claro...
Saca mis tres cargadores y me los da. Inmediatamente pongo uno en Joyce y la amartillo.
Riggs: ¿Sabes que han salido nuevos modelos desde el Pleistoceno?
Joe: Riggs, cuando lleves tantos años como yo en el cuerpo con la misma pistola, aprenderás a amarla como a tu misma esposa. Ésta preciosidad es mi amuleto de la suerte. Me ha hecho esquivar balas.
Riggs: Lo que tú digas. Oye, Joe, las cosas se están poniendo feas allí afuera. Te he hecho un regalo, para que un hombre... mayor como tú no se sienta desvalido.
Joe: No me jodas, Marty...
Saca una caja bastante grande y me la pasa. Está envuelta en ese feo papel marrón del servicio de correos.
Riggs: No lo abras hasta que estés en casa, ¿vale?
Joe: Venga, Marty, nos vemos. Y a ver si sientas la cabezas y te casas...
Riggs: ¡Adiós, grandullón!
Que me aspen si no me cae bien ese chaval cabrón. Qué hijoputa es. Su regalo es un equipo antidisturbios. Concretamente el equipo antidisturbios que todo poli está obligado a tener en su casa (sí, como el jefe Wiggun de Los Simpsons) y llevar en caso de emergencia. Yo siempre me he negado a tenerlo, nunca me van a querer de antidisturbios y tener eso en casa es malgastar el dinero de los contribuyentes.
Llaman a la puerta, mi compra ya está aquí. Pago al chaval de los recados y lo coloco todo en su sitio. Creo que veré alguna película de las que alquilé ayer...
En breves la ciudad se llenará de chiflados, predicadores y demás escoria social. Seguro que en un par de horas será prácticamente imposible bajar a la calle.
Mientras me ducho decido no afeitarme, ¿qué más dará un poco de barba? Todo este maldito asunto me ha pillado con la nevera vacía. Ojalá Holly estuviese aquí...
Desde la ventana puedo ver la maldita cola del supermercado. Demonios, debe de estar todo acabándose a un ritmo demencial. Si quiero comer algo decente en los próximos días será mejor aprovisionarme ya, conozco estas situaciones.
Enciendo el ordenador, maldito trasto, la tecnología terminó con la pizza congelada, y entro en Google (mi hijo hizo no-se-qué para que saliese solo al encender el trasto del demonio antes de irse), a ver si encuentro la página del supermercado.
Bingo. Dos horas más tarde, habiendo desayunado los restos de la cena de anoche (comida china, mi médico me va a matar), tengo listo el pedido de comida y algo de agua mineral, además de una buena botella de bourbon. Si se va a acabar el mundo, que lo dudo, prefiero hacerlo con clase.
Será cosa de vestirme, el uniforme está arrugado, pero, qué demonios, tampoco estoy afeitado. Llevo la placa, mi Zippo (creo que está medio cargado, pero tampoco lo uso tanto como para mirar cada dos por tres cómo va de combustible), y a Joyce.
¿Qué cojones? Mierda, la pequeña Joy está descargada desde hace una semana, ni me acordaba. El sargento me dió una nueva dirección donde encargar más municiones. Está bien, volveré a lidiar con ese maldito trasto.
Media hora más tarde queda apenas una hora para que llegue mi encargo del supermercado a casa y me han informado de que ya puedo recoger mis municiones en comisaría. También es normal, sólo he pedido tres cargadores y hay de sobra en la armería.
Antes de bajar a la calle miro el panorama por la ventana. Joder, está a rebosar de lunáticos. Se está descontrolando a un ritmo demencial, al menos en ésta zona. La comisaría está a una manzana de mi casa (en Madison Avenue, cruce con la 26), así que, aunque empujando, puedo ir a pie. El uniforme hace mucho entre el populacho.
Una vez allí, esquivo a tantos compañeros como puedo. Gracias al cielo que todas las centralitas están a rebosar de mensajes y yo no estoy de servicio. Me dirijo a la armería, donde me espera Riggs, uno de los pocos tipos decentes en todo este puto antro.
Riggs: Rockatansky, cuánto tiempo sin verte, cariño.
Joe: Vete a la mierda, Marty, ya sabes que te quiero sólo por tus armas.
Riggs: Oh, vaya. ¿Sólo deseas mi gran cañón?
Joe: No te pases, chico. Aunque de mente abierta, sigo siendo un viejo, y hay cosas a las que nunca me acostumbraré.
Riggs: Ya, como a navegar por Internet, ¿no? Te he visto, has estado media hora dando vueltas sóo en la página principal.
Joe: Antes todo era más fácil. Llamabas por teléfono y te lo apuntaban en una lista. Como en la cuenta del bar.
Riggs: Sí, claro...
Saca mis tres cargadores y me los da. Inmediatamente pongo uno en Joyce y la amartillo.
Riggs: ¿Sabes que han salido nuevos modelos desde el Pleistoceno?
Joe: Riggs, cuando lleves tantos años como yo en el cuerpo con la misma pistola, aprenderás a amarla como a tu misma esposa. Ésta preciosidad es mi amuleto de la suerte. Me ha hecho esquivar balas.
Riggs: Lo que tú digas. Oye, Joe, las cosas se están poniendo feas allí afuera. Te he hecho un regalo, para que un hombre... mayor como tú no se sienta desvalido.
Joe: No me jodas, Marty...
Saca una caja bastante grande y me la pasa. Está envuelta en ese feo papel marrón del servicio de correos.
Riggs: No lo abras hasta que estés en casa, ¿vale?
Joe: Venga, Marty, nos vemos. Y a ver si sientas la cabezas y te casas...
Riggs: ¡Adiós, grandullón!
Que me aspen si no me cae bien ese chaval cabrón. Qué hijoputa es. Su regalo es un equipo antidisturbios. Concretamente el equipo antidisturbios que todo poli está obligado a tener en su casa (sí, como el jefe Wiggun de Los Simpsons) y llevar en caso de emergencia. Yo siempre me he negado a tenerlo, nunca me van a querer de antidisturbios y tener eso en casa es malgastar el dinero de los contribuyentes.
Llaman a la puerta, mi compra ya está aquí. Pago al chaval de los recados y lo coloco todo en su sitio. Creo que veré alguna película de las que alquilé ayer...
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